Uno de los lugares que más han impactado a lo largo de mis viajes, fue una visita que realice a la antigua factoría de ballenas existente en la Isla Decepción en la Antártida. Recuerdo como si fuera hoy aquel viento helado que soplaba sin cesar y que reforzaba la soledad de aquel pueblo fantasma, que un día fue arrasado por una erupción de esta isla volcán. La fauna había vuelta reconquistar Caleta Balleneros, como también se suele denominar a este espacio, y pingüinos y focas habían recolonizado un espacio que siempre había sido suyo.
Allí en la orilla, quizás aprovechando el calor de las aguas termales que ascendían por la costa, se encontraban una pareja de focas cangrejeras, quienes agresivamente marcaron distancia con nosotros. Su piel llena de mordiscos nos hablaban de la dureza de la supervivencia antártica, curiosamente estos arañazos de sangre fueron una de las primeras lecciones de historia que recibí en este árido continente.
Al tratar de identificarla con un libro de fauna, recién comprado en Ushuaia, me embebí en la historia de los primeros exploradores del Polo Sur, quienes habían desvirgado el continente a base de coraje y pura ambición.
De hecho hasta finales del siglo XIX el continente Antártico había permanecido ajeno al mundo, gracias a una combinación de impredecibles condiciones climáticas y un desconocimiento geográfico de sus tierras y recursos; pero el alto valor que alcanzaron pieles, carne y aceite durante el siglo XIX, hicieron que los cazadores de focas empezasen a mostrar interés por aumentar su área de campeo y muchas compañías dedicasen recursos en enviar expediciones en búsqueda de nuevas colonias más allá de Tierra del Fuego.
El éxito de aquellas campañas no solo logró dibujar nuevas tierras en el mapa, sino que borró de un plumazo a muchas colonias de focas, lobos y elefantes marinos, que fueron perseguidos con saña en busca de sus productivos cuerpos.
La foca cangrejera es un de tamaño medio, cuya dieta se basa principalmente en la captura de pequeños crustáceos, de ahí su nombre. La “cangrejera” tiene un cierto aire perruno, especialmente por la morfología de su cabeza y es frecuente verla en grupos encima de hielos flotantes y se caracteriza por un pelaje que entremezcla colores blanquecinos y cremas.
Resulta que las magulladuras de mayor o menor magnitud es uno de sus rasgos característicos, de hecho es incluso difícil encontrar alguna que no las tenga, al parecer tanto orcas como focas leopardo, atacan con violencia en las profundidades a la cangrejera. Uno se pone a pensar y resulta ciertamente inquietante la vida de esta foca, amenazada de continuo por estos depredadores de los mares.
Cuando el mayor depredador de la historia “el ser humano” descubrió la Antártida, todo el equilibrio de poder en el continente se vio truncado. Así focas, lobos marinos, pingüinos, elefantes marinos y ballenas redujeron drásticamente sus poblaciones y sólo las comunidades de focas cangrejeras se mantuvieron estables. Al parecer los foqueros no mostraron interés por un mamífero cuyo pelaje contaba con tales daños y así, considerando que su valor en el mercado de la piel no iba ser muy alto, decidieron que era más rentable centrarse en otras especies y dejaron parcialmente en paz a las cangrejeras.
A la par la caza de ballenas a la par dejó un enorme excedente de krill, que fue aprovechado rápidamente como recurso por las cangrejeras; en consecuencia nos encontramos con la paradoja de que las llagas provocadas por sus depredadores fueron su salvoconducto para la supervivencia ante la llegada del hombre. La foca cangrejera ahora es muy abundante, pero probablemente de no acontecer este curioso hecho, quizás sus poblaciones hubieran sido totalmente diezmadas.
Las sangrientas dentelladas, resultado de cruentas batallas subacuáticas, probablemente salvaron a la especie de la extinción; por ello uno puede considerar que ciertamente las focas cangrejeras fueron «Salvadas por su enemigo».
Actualizado el 25 abril,2019.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño