Desde los albores de la exploración antártica, la logística ha sido uno de sus mayores retos, ya que las condiciones meteorológicas extremas han dificultado enormemente el acceso y el abastecimiento a la creciente estructura humana en el Polo Sur.
Históricamente el mar ha sido la vía de entrada del poblador antártico tanto en su vertiente científica, militar o turística, pero las mejoras tecnológicas en la aviación y el mejor conocimiento del medio han permitido establecer puentes aéreos con la Antártida desde diferentes puntos de la geografía mundial; así compañías como la chilena Aerovías DAP o la norteamericana ALE, vienen ofreciendo vuelos a modestas terminales antárticas para todos aquellos científicos y turistas que desean acceder a la Antártida de forma rápida y sin sufrir los avatares del oleaje.

El desarrollo de la aviación en este continente esta sirviendo como complemento al pujante negocio turístico de cruceros, a la par que facilita la logística necesaria para mantenimiento de las bases, ya que sin el apoyo aéreo, muchas estaciones científicas no podrían ni plantearse su apertura, como es el caso de las bases localizadas en lo profundo del continente, como la americana Admunsen-Scott o la rusa Vostok.
Pero no son las únicas, así por ejemplo la base Marambio es receptora de material y víveres, en pleno enlace con aeropuertos patagónicos como el de Ushuaia, para posteriormente distribuirlos, vía helicóptero, entre la gran diáspora de campamentos y estaciones argentinas.

La aviación también juega un importante papel en las labores de vigilancia o rescate, así los helicópteros del buque de la armada chilena “Oscar Viel” están siempre preparados para acometer posibles evacuaciones, o bien para pillar in fraganti a posibles infractores de la normativa antártica, sobre todo en lo referente a entrada a zonas protegidas y vertidos ilegales.
Los vuelos antárticos exigen alta pericia, así los aviadores no solo van a sufrir las peligrosas pistas heladas y la habitual hostilidad climática (bases como la argentina Belgrano II, han postergado relevo hasta “un año”, por no encontrar durante ese período de tiempo condiciones óptimas para el vuelo), sino que incluso a veces pilotos y personal de tierra deben combatir situaciones tan anómalas como el hecho de que pingüinos o focas ocupen la zona destinada al aterrizaje.
La estación aeronáutica más importante de la Antártida, se encuentra en la base americana McMurdo, que cuenta con hasta tres pistas de aterrizaje diferentes, operativas según sea la época del año, lo que les permite gestionar los más de 100 vuelos anuales que la enlazan con la ciudad de Christchurch en Nueva Zelanda; incluso disponen de un autobús adaptado que facilita el traslado de los pasajeros desde los aeródromos a la base o viceversa.
Generalmente, los aviones utilizados, son los clásicos del transporte propiamente militar, así predominan los C-130 Hércules o los C-5 Galaxy. Serán las fuerzas aéreas de los distintos países, las encargadas de gestionar normalmente los aeródromos, recayendo también en esta ala militar, la administración de determinadas estaciones meteorológicas como es el caso de la situada en la base chilena Presidente Gabriel González Videla.
La aventura aeronáutica tampoco iba a dejar de lado a la famosa isla Decepción y así sería la antigua estación ballenera noruega, el recinto elegido por el australiano Hubert Wilkins, para pasar el año nuevo de 1929, tras finalizar con éxito lo que sería el primer vuelo sobre la península Antártica.
El aire antártico hace tiempo que dejo de ser terreno en exclusiva para las aves polares y hoy constituyen un elemento mas para acceder y descubrir este hermoso e inhóspito continente.
Actualizado el 9 abril,2015.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño