La historia interminable de los viajes

Enciendo la radio y de pronto una melodía comienza a vibra con placer en mis oídos, se trata de la banda sonora de la película La Historia Interminable, un popular filme basado en una clásica novela juvenil de Michael Ende.

Cierro los ojos y de pronto me convierto en Atreyu (el alter ego de Bastián, el protagonista del libro) y a lomos de Fújur (el famoso dragón blanco) he comenzado a volar por el mundo mágico creado por mi imaginación.

Durante este tránsito por Fantasía me he dado cuenta de que La Nada se ha hecho fuerte en el universo de los viajes y que sus narradores (llámense bloggers) han abandonado el placer de imaginar y contar, de hacer soñar a los lectores con nuevos destinos y se han plegado a los dictados de los algoritmos de los buscadores.

Atreyu
Llamadme loco, pero aun quiero vivir siempre soñando con el próximo viaje

La Nada poco a poco va ganando terreno, en un mundo de artículos deshumanizados donde incluso un programa de ordenador decide que palabras debe llevar y que están escritos con el único objetivo de que sean bien posicionados en los motores de búsqueda; un mundo donde los «selfies» se preparan incluso antes de haber viajado al destino, donde no se contrasta la información y en el que todo el mundo habla de lugares únicos sin aportar nada nuevo.

Todos hemos caído en el oscuro encanto de la Nada y hemos mandado al ostracismo el hecho de transmitir sensaciones viajeras, de recordar anécdotas divertidas, de inspirar a otros a conocer el mundo o bien de aprender de otras culturas.

La literatura de viajes se está muriendo, nadie recuerda ya la magia con la que narraban los trovadores viajeros de las épocas previas al mundo digital, aquellos trotamundos analógicos que nos transportaban, usando solo palabras, a mundos lejanos y desconocidos.

De pronto la canción acaba y vuelvo al mundo real, soy de nuevo Miguel Otero uno más de aquellos que no quieren dejar morir los relatos de viajes y que aun cree que existe un mundo pleno de historias en positivo, humanas y enriquecedoras, que quizás ayuden a los nuevos Bastián a encontrar su propio camino.

Una historia interminable llena de experiencias de viajes, en la que todos construimos y en la que todos soñamos, un mundo imaginario a la par que real donde todos nos unimos para dar un nuevo nombre a la Emperatriz infantil. Llamadme loco, pero prefiero seguir soñando con mi próximo destino y no hacer siempre lo que dicte un frío algoritmo.


Actualizado el 23 enero, 2019.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño