La historia de una cámara viajera

Os puede resultar extraño, pero hoy os traigo la luz la historia de mi cámara de fotos; un artilugio que ni siquiera pueda decirse que sea excepcional ni puntero en lo tecnológico, ni ahora ni cuando la compré hace 10 años, pero que siempre tuvo un gran valor sentimental; arraigo que recientemente he descubierto que era más fuerte de lo que yo pensaba y que hoy os quiero relatar, porque mi cámara si pudiera escribir sería también bloguero de viajes y mucho mejor que yo porque las historias que ha vivido son dignas merecedoras de un post.

Cámara
Mi cámara y yo

Me costó decidirme pero ahora sé que elegí sabiamente

Es curioso pero mi cámara de fotos se hizo viajera a lo grande ya que adquirí la misma con el objetivo de retratar mis experiencias en la Antártida, de hecho, mi primer sueldo como miembro de la tripulación del barco se destinó en gran parte a financiarla.

Cuando fui a la tienda de fotografía y estuve viendo modelos me asaltaron miles de dudas, había decenas de cámaras réflex que tenían una pinta estupenda y que parecían ideales para retratar la belleza inherente del Polo Sur, pero sus precios prohibitivos me echaban para atrás. Finalmente, vi mi cámara, era discreta y no muy grande, de un precio asumible y aunque no era réflex tenía un buen zoom que era algo que buscaba.

Parecía ideal, pero que fuese marca Kodak me echaba para atrás, la compañía estaba en crisis desde la muerte del carrete y había llegado tarde a la carrera de las cámaras digitales, me gustaba pero dudaba y al final en un arrebato la acabe comprando.Por un tiempo me arrepentí de haberla adquirido, especialmente cuando mis compañeros me empezaron a enseñar sus modelos réflex Canon y Nikon de 2000 euros y objetivos kilométricos pero curiosamente en poco tiempo descubriría sus ventajas.

El primer punto fuerte de mi cámara era su discreción, era fácilmente escondible y resultaba mas útil que los modelos de mis compañeros en paradas como Recife (Brasil), donde muchos no sacaban a pasear sus modelos por miedo a que estas atrajesen a los ladrones y por eso la mayoría de las fotos que se compartieron en la red del barco sobre la ciudad llevaron mi sello.

Playas de Recife
Playas de Recife, uno de los primeros lugares que fotografió mi cámara  Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Mi cámara en el Polo Sur

Con todo fue al llegar a la Antártida cuando mi cámara se lució, ya con el primer paso del Drake, estrecho que separa América de la Antártida y una de las peores zonas de navegación del mundo, las cámaras sufrieron mucho y alguna de las de mis compañeros ya experimentaron severos daños como consecuencia de los continuos golpes de mar.

Mi cámara no solo aguantó la dureza de Neptuno sino que estaba listo para hacer pie en la Antártida y allí su pequeño tamaño volvió a resultar útil, ya que los desplazamientos se tenían que hacer en zodiac y esto suponía meter la cámara en recipientes estancos (que no siempre lo eran) guardadas del frío, la salitre, la continua humedad y los bandazos de la embarcación. Mucha gente decidió no arriesgar las mismas, pero yo si asumí el riesgo y con ello pude fotografiar lugares espectaculares y a una gran calidad.

Durante mis dos campañas antárticas la cámara sufrió mil avatares, cayó infinitas veces al suelo, experimentó picotazos de pingüinos y sufrió todo tipo de rigores meteorológicos, pero salió airosa y en buena forma.

Bahía Paraíso Antártida
Bahía Paraíso en la Antártida  Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Recuerdo que estando en tierras del Sur, decidí comprar una batería adicional para que la ausencia de la misma no condicionase el perderme un momento espectacular; así rebusque en todas las tiendas de Ushuaia hasta que finalmente encontré una que fuera compatible, la localice en el último comercio que me quedaba, para mi desgracia un par de semanas después la perdí en una visita a la base española Gabriel de Castilla.

Al principio me sentí fatal por un lado por el hecho de perder algo que me costo tanto encontrar y por otro lado por dejar algo contaminante en el prístino paisaje de la Antártida. Curiosamente la vida dio una vuelta de tuerca y uno de mis compañeros vio como su cámara se estropeaba por un golpe de mar, su batería y cargador eran compatibles con la mía y así que me los donó obteniendo una batería de repuesto para lo que pudiera suceder.

Lo más gracioso del asunto es que al año siguiente un hermoso paisaje se dibujaba en la derrota de nuestro barco, muchos sacamos la cámara para retratarlo y en ese momento mire como un científico portaba el mismo modelo que yo, nos miramos y nos reímos con la coincidencia. Tras comentar lo satisfechos que estábamos con nuestras cámaras, una compañera del investigador, que había compartido nuestra escena, comentó de pronto «mira que es coincidencia como cuando el año pasado te encontraste en el medio de la nieve una batería compatible con tu cámara».

Antartida  Foto Migul A. Otero (10)
Atardecer en la Antártida  Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Me quede de piedra ya que estaba hablando de mi batería, realmente encontrar el objeto entre la tierra nevada era difícil pero para colmo quien la encontró fue una persona que portaba la misma cámara. Se lo comenté y él inmediatamente se me ofreció a devolvérmela a lo cual me negué ya que por un lado ya tenía otra y por otra que era un absurdo pedírsela después de un año y además el descubrirlo me había quitado un peso de encima, nada mio estaría contaminando el paraíso.

Acabó mi aventura antártica, pero la cámara siguió siendo mi fiel amiga en mis siguientes viajes y mudanzas. La misma quedó olvidada en bares decenas de veces y mismo en autobuses, sufrió golpes y caídas, pero siempre estuvo lista para captar los mejores momentos de mis viajes y mi vida, se convirtió parte importante de mí de hecho hasta el punto de que me sentía raro cuando viajaba y no la llevaba conmigo.

La primera vez que pensé que la perdía

Un día mientras disfrutaba del orgasmo visual de las Cataratas del Niagara, las salpicaduras calaron el dispositivo y la cámara se apagó y no volvió a encenderse pese a que sabía que tenía batería. Maldecí el momento, me parecía un final épico para la cámara pero me jodía, acababa de llegar a Canadá y me faltaba mucho por fotografiar. Al regresar a la casa donde me alojaba decidí secar la misma con todos los medios que conocía y pese a la poca confianza que tenía al día siguiente resucitó.

Cataratas del Niagara
Las Cataratas del Niagara unos segundos antes de que mi cámara estuviera a punto de morir  Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Perdida en Estambul

Pero sin duda el momento que más me he pensado que perdía para siempre mi cámara fue este verano en Estambul. Era el primer día de mi estancia en Turquía y estaba animado a buscar nuevos monumentos para seguir ampliando mi blog sobre la ciudad; tras horas caminando regresé a casa de un amigo mejicano que me alojaba en esta ocasión. No conseguía abrir la puerta de su casa así que apoye la cámara en el suelo con el fin de tener las manos liberadas, finalmente lo conseguí y accedí al interior pero se me olvidó el equipo en el pasillo. A la media hora pensé en poner a cargar la batería y en ese preciso momento me dí cuenta de mi error, abrí la puerta y no estaba….alguien se la había llevado.

Entre en pánico y revise de arriba abajo las escaleras pero nada, con todo pensé en positivo, es un vecindario pequeño seguro que alguien la ha cogido y la habrá guardado. Si fuera en España iría preguntando uno a uno a los vecinos, pero conociendo a los estambulíes y su desconfianza clásica, más aun teniendo en cuenta mi nivel de turco, tendría que esperar a que mi novia me pudiera acompañar o sino a que regresase mi amigo del trabajo.

Santa Sofía Turquía
Santa Sofía vista desde la Torre de Gálata  Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Me iba a marchar de nuevo a pasear cuando al abrir la puerta noté que del piso arriba alguien bajaba a mi encuentro; tras unos segundos apareció una mujer joven que me miraba con sorpresa, entendí rápidamente que era la ex mujer de mi anfitrión que sabía que vivía en la planta de arriba con el fin de facilitar la custodia de su hijo en común.

Era una buena noticia ya que sabía que hablaba un buen inglés, así que tras informarle que era amigo de él le pregunté si había visto mi cámara, pero ella ignoró mi cuestión y se lanzó a atacar a su antiguo cónyuge por un tema del que no tenía ni idea; realmente ella había bajado a discutir pero al no encontrar a su ex decidió usarme como mensajero. Mi cara debió ser un poema porque tras varios minutos de quejas y duros mensajes a trasmitir me miró, dejó de enajenarse y me dijo que me iba a ayudar.

Ella preguntó a varios vecinos pero nadie sabía de la misma y finalmente me recomendó que fuese a hablar con el vecino de la última planta que al parecer estaba jubilado y que hacía las funciones extraoficiales de presidente de la comunidad; en ese momento no estaba y así que tuve que esperar hasta el día siguiente e ir con mi amigo.

Estaba esperanzado de que este dedicado vecino tuviera información de «mi tesoro» y en cuanto tuvimos oportunidad fuimos a su puerta. Una vieja puerta de madera se abrió y apareció un hombre de apariencia joven, al menos no tan mayor para estar jubilado (aunque en Turquía hasta hace poco era fácil jubilarse sin llegar a las 65) y un poco eléctrico de hecho hablaba a una velocidad de vértigo, lo bueno es que nos respondió en inglés así que me pude enterar del contenido de la conversación.

Nos dijo que no la tenía pero que si se enteraba de algo nos avisaba ya que se lo iba a preguntar a los otros vecinos.Posteriormente pasó a comentarnos que últimamente había gente rara en el edificio y de hecho a veces tocaban el timbre para luego irse, ante nuestra sorpresa nos dijo que mismo el día anterior se lo hicieron y estuvo a punto de sacar su pistola; en ese momento fue cuando me alegre de no haber ido puerta por puerta preguntando ya que no quiero imaginarme que hubiera pasado ya que en Turquía mucha gente tiene armas y el hombre tenía toda la pinta de tenerla.

El reencuentro con sorpresa

Pasaron 5 días y nadie sabía nada de mi cámara, de hecho, la di por perdida y empecé incluso a ver nuevos modelos. La verdad que me fastidiaba tener que comprar una nueva y sentía que era un final indigno para una cámara tan aventurera, pese a todo no tenía otra que asumirlo pero el destino me dedicó un sorprendente giro de acontecimientos que vino precedido por una llamada al timbre. Abrí la puerta y era nuestro vecino pistolero que supuestamente había encontrado la cámara escondida en un hueco de la escalera en la entrada principal !Qué alegría!.

Aunque me sorprendió que la encontrase en un sitio que ya había revisado previamente, estaba muy feliz especialmente por lo inesperado del momento. Comencé a descargar las fotos que había su interior, para liberar espacio para nuevas rutas, cuando descubrí la misteriosa imagen del pie de un hombre en chancletas, al parecer la persona que la encontró sin querer se sacó una foto de su extremidad.

Al verla me empecé a reír ya que pensé que era la foto del pie del vecino, pero recordé que cuando me las devolvió llevaba deportivas y la cámara no tenía ya batería, así que la foto tuvo que ser hecha el día en que se perdió. El suelo no coincidía con el de los pasillos del edificio y los turcos suelen quitarse el calzado al llegar a casa, todo esto me llevó a concluir que la foto fue hecha en los pasillos de un predio diferente; al parecer mi cámara se fue de paseo por el barrio y tras varios días de rebelde huida decidió volver a mi encuentro.

pie misterioso
Este misterioso pie pertenecía al descubridor de mi cámara

Las siguientes semanas mire a los pies de todos los hombres del vecindario, pero no encuentre a dicha persona; un misterioso personaje que se encontró mi cámara y que varios días después decidió devolverla por un motivo que nunca conoceré.

Una figura que ya forma parte de la leyenda de mi fiel compañera de viajes, una modesta cámara que está llena de anécdotas y aventuras, que ha estado en más de 20 países y 5 continentes diferentes y que el día que pise Oceanía habrá visitado todos los confines de nuestra tierra; un curriculum de excelencia que ha dado vida incluso a este blog, un amor fiel que siempre esta lista para un nuevo destino, una infectada como yo del virus de viajar.


Actualizado el 21 enero,2020.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño

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