Las otras Mafaldas

El viento rozaba nuestras caras con un frío que calaba hasta los vasos capilares, caminaba rumbo a esa catedral que ilumina de belleza la ciudad de León en la compañía de mi compañero de piso Mike quien me había invitado esa noche a un par de cortos de cerveza; nos acompañaba su nueva novia, una hermosa tailandesa que afinaba el castellano con la precisión que mi pobre amigo ingles carecía. Mientras callejeábamos aparecieron de la nada 3 sombras que parecían caminar a nuestro encuentro, de pronto una de ellas nos llamó, era nuestro amigo japonés Tomo.

Catedral de León
Catedral de León de noche Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Después de saludarnos Tomo nos presentó a sus acompañantes, se trataba de dos chicas portuguesas que habían conseguido una beca Leonardo da Vinci en España y que en el futuro provocarían indirectamente un cambio radical en mi vida. En aquel momento yo no era consciente de eso, con todo me llamo la atención una de ellas; no fue una atracción física sino lo que me atrajo fue su nombre: Mafalda.

Nunca me hubiera imaginado que alguien si pudiera llamar al igual que la célebre protagonista de las tiras de Quino, pero tenía ante mí a una autentica Mafalda de carne y hueso, de hecho incluso por momentos el viento ondulaba su pelo como el de su alter ego. Tras comentarle que en España todo el mundo la vincularía al personaje, ella me dijo con un poco de resignación que no había ningún español que no le comentase lo mismo, pero que en Portugal Mafalda era un nombre muy común.

Al ver a Mike y su novia hacer carantoñas, decidí dejar de aguantar velas y los deje solos en su amor y me uní al grupo liderado por mi simpático amigo nipón. Mientras caminábamos las campanas de las iglesias rompieron su silencio y pese a que era noche cerrada sonaron con una fuerza inimaginable, Mafalda y su amiga miraron para mí y me preguntaron que pasaba y yo le respondí: «creo que ha muerto el Papa».

La indiferencia que mostró a la muerte del líder de la iglesia católica me dio a entender que Mafalda no se regía por el perfil conservador que siempre había asociado a los portugueses, de hecho era todo lo contrario y con el tiempo descubrí que mi Mafalda lusa se asemejaba mucho más a la que inmortalizo el escritor argentino de lo que yo creía. Mi amiga Mafalda era una mujer culta, de las que amaban la música y la literatura y de las que miraban hacía arriba cuándo caminaban para observar cada detalle arquitectónico, siempre preguntaba cuando tenía dudas y compartía sus conocimientos sin alardes; una geógrafa de profesión que se preocupaba por los derechos humanos y que no era indiferente ante las injusticias, una mujer que se emocionaba cuando escuchaba el Grandola Vila Morena y que soñaba con un Portugal distinto.

Mafalda Evora
Mi amiga Mafalda en una de nuestras visitas a Évora Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Mafalda se convirtió en una de mis compañeras de viajes más fieles y con la que mas disfruté del arte de descubrir el mundo; me sentía tan cómodo con ella y su amiga Elisabete, que no pude soportar el no volver a verlas y así que me lance a la aventura y me fui a pasar el verano a Lisboa con ellas. Portugal se convirtió en mi primera experiencia internacional, una vivencia que me hizo más maduro y durante el cual gané una confianza en mí mismo que me marcaría para el resto de la vida; no solo perdí el miedo a vivir en el extranjero, sino también a aprender nuevos idiomas y sobre todo a conocer gente de diferentes países.

Mi amiga fue participe de todo ese proceso, ella no solo me enseñó los secretos culturales y turísticos de la ciudad, sino que me ayudo mucho los primeros días allí con los tramites y papeles, incluso me regalo un libro sobre lo que debía saber sobre Lisboa; de hecho incluso su única traición fue dulce (le comentó a mi amiga Elisabete mis sentimientos hacia ella), ya que gracias a ella empece una relación de la que aun guardo grandes recuerdos.

Pero el tiempo siempre camina y mi estancia en Portugal se acabó, pero no mi amistad con Mafalda. Los avatares del destino me llevarían a la Antártida y a Buenos Aires en nuestro camino de regreso. Allí en pleno barrio de la Boca, me encontré con una figura de la Mafalda de ficción; sin dudarlo pedí a un compañero que me sacase una foto con ella, en lo que se convirtió en un pequeño guiño de recuerdo y homenaje a mi amiga portuguesa.

Era una época en que no existían apenas redes sociales y así que tuve que guardar la foto en mi ordenador y esperar a un encuentro en persona; tras regresar a casa, uno de los primeros lugares que visite en mis vacaciones fue Portugal; allí nos citamos en la célebre Pastelería de Belem y mientras saboreábamos pasteles de nata y café portugués, le enseñe las fotos de mi viaje; cuando de pronto ella vio mi retrato, sonrío mirándome un poco emocionada, ante lo cual respondí, «esta foto esta dedicada a ti».

Mafalda Buenos Aires
Yo en mi foto homenaje a mi amiga Mafalda  Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Hoy Mafalda vive en el Reino Unido, ha tenido que emigrar empujada por una crisis económica que se ha cebado con España y Portugal, con todo ella sigue siendo una luchadora y batalla aun por alcanzar sus sueños. Una amiga fiel, de la que puedo pasar tiempo sin saber de ella, pero cuando nos juntamos parece que no ha pasado el tiempo.

La Mafalda de Quino cumplió recientemente 50 años, una tira cómica que no solo desprende humor sino mucha critica social, que desgraciadamente aun sigue vigente; con todo muchas cosas han cambiado, la Mafalda de los 60 era una voz solitaria, hoy en cambio hay muchas otras Mafaldas en esa coral que lucha por cambiar el mundo, Mafaldas reales como mi amiga que hoy también merecen un merecido homenaje. Gracias por intentar hacer el mundo mejor.

Mafalda Quino
Mafalda

Actualizado el 26 mayo,2016.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño

6 comentarios en “Las otras Mafaldas

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