La ballena jorobada o yubarta (Megaptera novaeangliae) es uno de los cetáceos más abundantes y conocidos de los océanos. Sus saltos, su curiosidad o su esbelta figura, que alcanza los casi 15 metros de longitud, la hicieron muy popular, especialmente cuando el célebre Jacques Cousteau eligió esta especie para inmortalizar numerosos documentales y libros.

Cousteau influyo en gran parte mi pasión por la naturaleza y por los seres que la habitan y siempre viví fascinado por algún día levantar la vista al mar y ser testigo del vuelo de estos gigantes de los mares.
A veces los sueños se cumplen y recuerdo que mientras estaba aún embelesado por los primeros icebergs antárticos, salí a recoger una manguera a cubierta del barco donde trabajaba y de pronto una magnífica ballena salto ante mis ojos sin un motivo aparente. Fui el único testigo de este acontecimiento, un privilegio que quizás me mando el comandante Cousteau desde el cielo.

Durante mi estancia en la Antártida, yo y mis compañeros tuvimos la ocasión de fotografiar a este hermoso rorcual, tarea nunca sencilla por su habilidad de sumergirse en el agua en el momento que lanza uno las fotos. Bromas aparte, las jorobadas son especies bastante curiosas y confiadas y suelen sentir interés natural por los barcos en navegación, lo cual facilita bastante su observación, en comparación al menos con otras especies de cetáceos.
Cuando uno se encuentra con una, uno espera con ansias asistir a uno de sus festivales de saltos y acrobacias. Su significado es desconocido, pero se apunta a que con el fuerte salto y posterior golpe contra el mar generan una vibración sonora que sirve de modo de comunicación con otros ejemplares de la especie.
Otras fuentes apuntan a que el mismo facilita a que el cetáceo se libre de incómodos parásitos que se adhieren a su cuerpo, a mí me gusta pensar que juegan con nosotros, aunque no sea cierto. A veces, es duro pensar en que durante siglos los únicos barcos que se acercaron a ellas fueron los tristes navíos balleneros.

Hoy está protegida, aunque no sabremos hasta cuando, porque los intereses comerciales siguen existiendo y volverán a acosarla con el tiempo, pero que no duden que el día que regresen no solo tendrán a mí enfrente luchando por evitarlo, sino que estará conmigo el espíritu de toda aquella generación que Cousteau cultivo y que poco a poco empieza a germinar. Por ello hoy dedico este artículo a esta hermosa ballena y a todos aquellos que aún aman la belleza de la naturaleza.

Actualizado el 25 septiembre,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño


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