La luz del otoño marca con dulzura el perfil de la cúpula morisca de la Nueva Sinagoga de Berlín (Neue Synagoge en alemán), un domo dorado que se visualiza desde gran parte de la ciudad y que con el tiempo se ha convertido en uno de los símbolos turísticos de la capital alemana.

Este templo judío, que se inspira en la Alhambra, fue el principal reflejo de la pujanza de la comunidad judía de Berlín previa a la II Guerra Mundial y de hecho constituía la sinagoga más grande y lujosa de Alemania con capacidad para casi 3000 fieles en oración. Fue construida en 1866 bajo diseño del arquitecto Eduard Knoblauch aunque fue terminada por Friedrich August Stüler y fue financiada por la burguesía judía de Berlín que de aquella constituía una de las ciudades más grandes de Europa.
La sinagoga, por su importancia, constituyó uno de los principales objetivos de la triste Noche de los Cristales Rotos, aunque su destrucción definitiva ocurriría como consecuencia de los bombardeos continuados que sufrió la ciudad al final de la II Guerra Mundial.

La guerra acabaron con su refinado interior y la ligera belleza de sus galerías y solo la sinagoga comenzó a ser reconstruida tras la caída del comunismo. Con todo, la reconstrucción del majestuoso edifico fue parcial, ya que solo se recuperó una parte del edificio, principalmente la correspondiente a la fachada principal, donde cientos de ladrillos sustentan las dos torres y la famosa cúpula.
El gran vestíbulo de la sinagoga, que maravillaba a quien la visitaba, desapareció para siempre, pero su recuerdo está presente en el Centro Judaico reabierto en el lugar tras la reconstrucción del edificio en 1995; espacio comunitario que también incluye un museo que abraza la tolerancia y que busca que la sociedad alemana e internacional aprenda más sobre el judaísmo para no repetir los mismos errores que llevaron al holocausto, porque una sinagoga de tal belleza debería ser siempre foco de las fotos de los turistas y no de la ignorancia y el odio de los fanáticos.

Actualizado el 4 noviembre,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño