La agridulce historia de los osos en España

Cae una fuerte nevada en la montaña leonesa y las calles del pueblo de Prioro desbordan con el níveo color del agua congelada, un joven llamado Oscar Montero escucha unos ruidos en el exterior, se asoma a la puerta y observa como un osezno sube las escaleras de su casa abriéndose paso entre una espesa capa de nieve; su sorpresa es mayúscula y la alegría del momento le hace olvidar el aburrido aislamiento que sufrían desde hacía un par de días; coge la cámara y le da tiempo a sacar una imagen que pronto se distribuye por todo el mundo.

oso pardo
Osezno a las puertas de una casa en Prioro (León)  Foto: Oscar Montero

La foto triunfa no solo por la singularidad de la misma (no es frecuente ver un oso en un núcleo urbanizado), sino especialmente porque es bella y transmite una profunda armonía entre hombre y naturaleza; si fuera sacada por un fotógrafo profesional quizás incluso sería candidata a competir en concursos internacionales, pero me temo que el autor solo recibirá como premio el haber disfrutado de ese momento único que de seguro contara en un futuro a sus nietos.

Desde la calidez de mi casa leo la noticia en un periódico nacional y siento una profunda envidia sana, la verdad que me hubiera encantado ser el protagonista indirecto de esta tierna historia. Me decido a leer los comentarios para analizar el impacto en otros lectores y de pronto toda la magia del momento desaparece y la España profunda aflora con fuerza, ya que me doy cuenta de que muchos se cambiarían por el autor de la fotografía pero más bien para apretar otro tipo de gatillo….

En el fondo tampoco me sorprende mucho, el oso pardo ibérico nunca fue un ser querido pese a ser el animal más majestuoso de nuestra fauna, de hecho solo el lobo le supera en el ranking de los más odiados y aun sigue sirviendo como cabeza de turco para los males de los que viven en la montaña. Hasta que la democracia y ciertas leyes proteccionistas pusieron un poco de orden, el oso venía sufriendo un declive poblacional brutal hasta el punto que se temió por su total extinción; una larga labor conservacionista que no pudo evitar la desaparición de la subespecie pirenaica, cuya sangre autóctona desapareció en el año 2010 cuando se dio por muerto a Camille el último macho puro (ya que el resto de osos de Pirineos son de origen esloveno).

oso y el madroño
El oso es uno de los símbolos de Madrid  Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

El oso siempre fue perseguido y maltratado en España, pero curiosamente es utilizado frecuentemente en la simbología heráldica de nuestros pueblos y ciudades, siendo el caso más singular el de Madrid, donde su escudo dibuja la figura de un oso apoyado en un Madroño, que según dice la leyenda representa a un ejemplar capturado por el rey Alfonso XI en la Sierra de Madrid aunque fuentes mas fidelinas apuntan hacía otras teorías.

Muchos lugares de la comunidad de Madrid aun mencionan al oso en su toponimia, pero desgraciadamente hace mucho tiempo que los de la capital del reino no pueden disfrutar de estos plantígrados ya que el oso desapareció de la comunidad hace ya varios siglos bajo el fuego de los cazadores. Hoy los madrileños que quieran disfrutar en libertad de su simbólica figura deben escaparse a la cordillera cantábrica donde aun resisten dos núcleos de población: el Occidental (entre Asturias, Galicia y León) con 200 ejemplares y el Oriental con 30 ejemplares (que se distribuyen por el Parque Nacional de Picos de Europa y el paraje de Fuentes Carrionas).

Nuestro alegre protagonista procede de este ultima subpoblación, una de las más vulnerables y que lleva años jugando en la cuerda floja de la endogamia. La foto mas allá de su singularidad, supone un halo de esperanza para esta población, ya que la misma es el reflejo de que están naciendo nuevos oseznos y que la población puede tener viabilidad siempre y cuando no se boicoteen los proyectos de protección que se llevan a cabo.

El oso pese al áurea de protección que le conceden las leyes y el supuesto avance en términos de concienciación sigue contando con muchos enemigos, desde algunos cazadores hasta aquellos que consideran que invertir en conservación no es rentable económicamente; gente que prefiere enseñar a sus hijos la figura del oso en inertes escudos de piedra, pero que jamás podrán disfrutar del inmenso placer que debió suponer para el autor de la foto el abrir la puerta y saludar la vitalidad de un vástago del rey de la fauna ibérica; señores sin alma, ese sentimiento nunca lo tendréis, eso si es algo que no tiene precio.


Actualizado el 16 junio,2016.
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