La noche se hacía fresca y pronto nos agolpábamos en torno del fuego lento de aquella fogata cuya lumbre nos atraía con su sensual baile; de pronto las voces de aquel campamento se unieron en un coro y comenzamos a cantar esa melodía que tanto nos gustaba pero que a la vez nos dejaba siempre la piel de gallina y las lágrimas rozando las mejillas…..
Caminando por el campo (lalalalá)
entre flores vi que había (uu aa uu)
una carta ensangrentada (lalalalá)
de cuarenta años hacía (uu aa uu)
Era de un paracaidista (lalalalá)
de la octava compañía (uu aa uu)
que a su madre le escribía (lalalalá)
y la carta así decía (uu aa uu)

Éramos jóvenes que poco a poco abandonábamos la niñez, ese período de nuestras vidas donde todo fue bello y hermoso y en donde el dolor parecía no existir. Ahora nos enfrentábamos a la realidad de aquella sana mentira, un salir de las trincheras para adentrarnos en la verdadera existencia donde los cuentos y las canciones, como la que entonábamos ahora, no tenían siempre un final feliz…
Madre, anoche en las trincheras (lalalalá)
entre el fuego y la metralla (uu aa uu)
vi al enemigo correr (lalalalá)
la noche estaba cerrada (uu aa uu)
Apunté con mi fusil (lalalalá)
al tiempo que disparaba (uu aa uu)
una luz iluminó (lalalalá)
el rostro que yo mataba (uu aa uu)
Aquella música era inocente en su melodía pero dura en su contenido, porque la guerra siempre ha sido así, violenta y cruel. Esta canción, una de las más populares en los campamentos españoles, esta basada en la carta real que un soldado de la guerra civil española escribió a su madre y en la cual el afligido escritor mostraba su profunda tristeza por haber abatido a un amigo suyo de la infancia que luchaba en el otro bando. Esta misiva, que nunca llego a su destino por ser retenida por la censura, es un resumen de la dureza y el sin sentido que supuso esta guerra que enfrentó a hermanos e incluso a compañeros de juegos.
Era mi amigo José (lalalalá)
compañero de la escuela (uu aa uu)
con quien tanto yo jugué (lalalalá)
a soldados y a trincheras (uu aa uu)
Ahora el juego era verdad (lalalalá)
a mi amigo ya lo entierran (uu aa uu)
madre, yo quiero morir (lalalalá)
estoy harto de esta guerra (uu aa uu)

Gracias a Dios, nunca he vivido de cerca de un conflicto armado o étnico, pero si a lo largo de mis viajes he conocido a gente que han sufrido sus nefastas consecuencias y cuyos relatos me han anudado el cuello. Recientemente aloje en mi casa a una chica croata natural de Hezergovina, que se vio obligada, siendo aun una niña, a emigrar de su tierra natal con el estallido de la guerra de Bosnia.
Ella me contó todos los sinsabores del exilio y como lo perdieron todo; cicatrices de una barbarie que aun estaban presentes en su familia hasta el punto, que tuvo incluso que mentir a sus padres para poder visitar Belgrado, ya que ellos nunca lo hubieran aceptado.
Y si te vuelvo a escribir, (lalalalá)
Tal vez sea desde el cielo (uu aa uu)
Donde encontrare a José (lalalalá)
Y jugaremos de nuevo (uu aa uu)
Cuando viajamos nos fotografiamos delante de monumentos y recuerdos de guerras pasadas; a veces conmemoran batallas olvidadas pero en otras ocasiones las heridas aun están a carne viva. Es importante informarse y aprender sobre esas guerras, porque la gente las tiende a olvidar rápidamente, o simplemente las banaliza y no se preocupa en comprender que los motivos que las originaron aun existen y permanecen enquistados en la sociedad hasta que estallan de nuevo.
Dos claveles en el agua (lalalalá)
No se pueden marchitar (uu aa uu)
Dos amigos que se quieren (lalalalá)
No se pueden olvidar (uu aa uu)
Dicen que los odios entre pueblos se curan viajando y ojalá fuese completamente cierta esa afirmación, pero al menos yo intento que el aprendizaje mutuo, la comprensión y el generar puentes entre pueblos sean parte de los objetivos de mis viajes, con esa misma idea alojó a gente extranjera en mi casa o hago de guía de gente que quiere conocer mi tierra, porque más allá de los monumentos y de los paisajes, hay personas que conviven en un mundo finito y multicultural que exige un conocimiento y una tolerancia plena para ser comprendido.
Si mi cuerpo fuera pluma (lalalalá)
Y mi corazón tintero (uu aa uu)
Con la sangre de mis venas (lalalalá)
Te escribiría un Te Quiero (uu aa uu)
Porque honestamente no quiero ser el protagonista de una carta ensangrentada o el yacente en una tumba al soldado desconocido, solo quiero vivir tranquilo y pasar mi vida disfrutándola, por ello asumo como mías aquellas frases de la hermosa canción del cantautor argentino León Gieco, y sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente; hoy, mañana y siempre.
Actualizado el 9 junio,2016.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño
Reblogueó esto en Hablemos de historiay comentado:
Ahora que los tambores de guerra vuelven a sonar en la no tan lejana Ucrania, un hermoso canto contra la intolerancia.
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Creo que en estos tiempos nos toca estar alerta, en varias zonas del mundo, y pedir que el diálogo, siempre se imponga a las armas,
Muy buen post.
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totalmente de acuerdo el caso de Ucrania nos lo recuerda hoy a diario, esperemos que la razón se imponga y no vuelvan las armas, ni las guerras frias
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