Vigo es una ciudad con ricas raíces históricas, herencia que muchas veces ha sido olvidada incluso por los propios vigueses; uno de los ejemplos más significativos de este olvido es el conjunto arqueológico situado en la falda del monte de O Castro en pleno centro de la ciudad.

Pese a ser una de las citânias celtas más grandes y destacadas de Galicia, que rivalizaba incluso con la existente en el monte Santa Tecla, y pese a que en sus tiempos de esplendor ocupaba gran parte de la montaña de O Castro, ha pasado durante generaciones desapercibida permaneciendo en un estado próximo al abandono. Pero, esta larga dejadez fue compensada en 2010, con la reconstrucción y musealización del espacio, en un acto que supuso en parte la reconciliación de los olívicos con sus orígenes.

Este poblado castreño se remonta en sus orígenes al siglo III a.c. y durante siglos sirvió de asentamiento a una comunidad estable de pujante actividad económica, que sobrevivió hasta que sus pobladores decidieron progresivamente asentarse en el litoral abandonando con ello la protección natural de la montaña.
Hablamos de un museo pequeño, al aire libre y gratuito, donde a través de paneles informativos se nos introduce en el día a día de estos primeros asentamientos galaicos. Sin duda la joya de la corona es la reconstrucción de tres casas de la época, que con su completo ajuar facilitan la comprensión de la vida familiar de aquella gente singular.

El resto de la visita se complementa con un pequeño tour de los restos del yacimiento, que lamentablemente solo constituye una pequeña muestra de lo que fue en su día el poblado, que está considerado como uno de los más importantes del noroeste peninsular.
El espacio es difícil de encontrar ya que se encuentra al resguardo de una calle poco transitada en la base del parque de O Castro, aunque con motivo de su musealización se han instalado carteles y figuras en metal que nos insinúan su localización.

Un museo al aire libre muy atractivo, abierto al foráneo que quiere profundizar en su visita a la urbe y al local ansioso de conocer sus propios orígenes; un monumento de piedra por donde aún fluye todo el pasado de Vigo y que enriquece a todo aquel que lo descubre.