Acabamos de entrar en el centro histórico de Famagusta, en el Norte de Chipre, y un soberbio edificio gótico se alza ante nosotros. Sus líneas y detalles nos evocan las grandes catedrales de Francia. De pronto, me doy cuenta de algo extraño en su perfil: un sencillo minarete, que me hace comprender que no estamos ante un templo católico, sino ante una de las mezquitas más singulares que haya visto nunca.

La actual Mezquita de Lala Mustafa Paşa es quizás el mejor reflejo del eclecticismo inherente a Famagusta, una ciudad chipriota objeto de deseo por su estratégica posición en el Mediterráneo oriental y que ha cambiado tantas veces de manos que su perfil urbano es una pura macedonia arquitectónica y social.
La conversión de la antigua catedral católica en mezquita se produjo tras la conquista otomana de Chipre en 1571 y su interior sigue sorprendiendo por la extraña mezcla que supone ver esos inmensos ventanales propios del gótico, junto con los elementos propios de la liturgia musulmana, una fusión cultural que convierte a este templo en el monumento más famoso de Famagusta.

No fue la única iglesia que fue reconvertida al Islam. De hecho, suerte similar corrió la cercana iglesia de San Pedro y San Pablo, que pasó a ser la Mezquita de Sinan Paşa. Actualmente, sin embargo, ya no tiene uso religioso y cumple funciones civiles.
Con todo, pese al largo gobierno otomano, que dominó la ciudad hasta 1878, al caminar por intramuros llama la atención la ausencia de grandes monumentos de este período. De hecho, salvo el cementerio otomano, las mazmorras de Namık Kemal (llamadas así porque este escritor y activista turco estuvo aquí encerrado) y los restos de unos baños turcos, no existe ese gran legado patrimonial que uno podría esperar tras siglos de control de la corte de Topkapı.
Esto no quiere decir que la presencia de los otomanos no tuviera un fuerte impacto en la organización y vida de la ciudad; así con su llegada Famagusta cambia radicalmente su estructura social y económica; así los mercaderes latinos (venecianos y genoveses) que habían sido clave en la prosperidad económica de la ciudad, fueron expulsados fuera de la ciudad amurallada, mismo destino que tuvieron los chipriotas de origen griego. En su lugar se promovió la llegada de familias musulmanas procedentes de Anatolia, quienes cambiaron la distribución de las calles y casas y abrieron bazares.
Con todo, el principal legado de la presencia otomana es el cambio de su topónimo, ya que la ciudad paso a denominarse Gazimağusa o Mağusa, denominaciones que se mantienen en la moderna República del Norte de Chipre.

La ciudad de las 365 iglesias
Si el patrimonio musulmán es escaso en Famagusta, si podemos decir que es brillante el cristiano, de hecho es difícil encontrar en tan poco espacio tal diversidad de templos pertenecientes a las diferentes corrientes el cristianismo, de hecho se dice que la ciudad llego a tener 365 iglesias, siendo posible rezar en una diferente cada día del año.
Las guerras, los terremotos y los constantes cambios políticos en Chipre, han hecho que gran parte de este legado arquitectónico haya desaparecido, con todo es evidente que la cifra de templos nunca fue tan alta como decían las crónicas.

Más allá de las exageraciones literarias, si se puede decir que Famagusta fue una ciudad de un rico pasado cristiano, de hecho Chipre fue uno de los países pioneros en abrazar el cristianismo y su posición estratégica le hizo jugar un papel vital durante las Cruzadas, especialmente desde que en 1192 Ricardo I Corazón de León conquistó la isla y creo el Reino de Chipre.
La fuerte presencia en Famagusta de las órdenes militares que luchaban en Tierra Santa (Hospitalarios y Templarios), aún es visible en las conocidas como “Iglesias gemelas”, dos templos plenos en simbología cruzada y que sorprenden al visitante porque se muestran pegados unos a los otros.
El rico patrimonio católico en la ciudad se creó durante los largos períodos en los que Famagusta estuvo bajo control del Reino de Chipre y de las Repúblicas italianas (Venecia y Génova), aunque el mismo solo es visible parcialmente, ya que de muchas iglesias y monasterios solo ha sobrevivido su esqueleto, como sucede con la Iglesia de los Carmelitas o bien con el antiguo templo de los Franciscanos.

Pegado a la sede local de los Carmelitas se encuentra el monasterio armenio de Ganchvor Sourp Asdvadzadzin, un templo que, hasta la invasión turca de la isla, se mantuvo como uno de los principales referentes de la minoría armenia en la ciudad.
Otro de los templos que pervive aún en pie es la iglesia de Santa Ana, la cual fue utilizada durante generaciones por la comunidad Maronita; esta iglesia católica oriental tuvo una fuerte presencia en la isla y que aún constituye la principal comunidad católica de Chipre.

El templo que quizás más me sorprendió en mi visita fue la Iglesia Nestoriana, que supuso mi primer acercamiento al Nestorianismo, una corriente cristiana difisista que cree que Cristo tenía dos naturalezas, una humana y una divina, completamente diferentes ambas de modo tal que conforman dos entes independientes.
La iglesia nestoriana de Famagusta fue reconvertida en templo ortodoxo en 1905 y rebautizada con el nombre de “San Jorge el exiliado”; esta reconversión se engloba durante el período de control británico de la isla que abarcaría desde el año 1878 hasta 1960, en el que la población de origen griega recuperará su presencia social y volverá a muchos de los espacios vetados durante el dominio otomano.
Durante este período y hasta la invasión del Norte de Chipre en 1974, los chipriotas ortodoxos tendrán una presencia importante en Famagusta y sus habitantes recuperaron el uso de sus templos, algunos como los de Aya Zoni o Aya Nikola aún se mantienen en buen estado.

Con todo, para encontrar el templo ortodoxo más relevante y mejor conservado de Famagusta, tenemos que dirigirnos a unos kilómetros a las afueras, en concreto al Monasterio de San Bernabé.
Este templo sirve de homenaje a San Bernabé, Santo patrón de Chipre, cuya tumba se encuentra en un mausoleo anexo; el actual monasterio tiene consideración de lugar de peregrinaje para la Iglesia ortodoxa de Chipre, aunque las autoridades turcas lo mantiene abierto solo como museo.
Para terminar el paseo por la diversidad religiosa de Gazimağusa, no podemos olvidar de la comunidad cristiana siriaca que se cree que gestionaban su culto desde la Iglesia de Santa Catarina de los Jacobitas, la cual tras la llegada de los otomanos fue reconvertida en la Mezquita de Tabakhane.

El castillo de Otelo y el legado Veneciano
Si de algo puede presumir, Famagusta es de su imponente recinto amurallado que se conserva en un gran estado y que le permitía resistir a los constantes asedios a los que se enfrentaba la ciudad.
Entre las murallas existe un bastión que ha sido bautizado con el nombre de «Castillo de Otelo«, ya que se dice que el mismo sirvió de inspiración a William Shakespeare para ambientar aquí parte de la famosa historia de «Otelo: el moro de Venecia«.
La obra teatral no cita directamente a ninguna ciudad en concreto, pero el autor si refleja que transcurre en «un puerto de Chipre» y por la descripción y dada la importancia de la ciudad en la época, los expertos consideran que es Famagusta la ciudad relatada en este famoso texto, de hecho en la ciudad existe una estatua que rinde homenaje a Shakespeare por este hecho.

El castillo de Otelo cuenta con innumerables inscripciones y estatuas de leones que nos recuerdan la presencia de los venecianos, quienes fueron responsables del momento de mayor esplendor comercial de Famagusta.
No es el único legado que queda de ellos, ya que aún son visibles varias casas de la época, así como las ruinas del Palazzo del Provveditore, donde en el pasado residió el Gobernador veneciano de Chipre.
La Famagusta desaparecida
En las inmediaciones de Famagusta nos encontramos importantes yacimientos arqueológicos que nos recuerdan nombres de lugares y civilizaciones que ya no existen; el yacimiento más relevante es el de Salamina, que constituyó una de las ciudades estado de Chipre en la antigüedad y cuyos tesoros están en gran parte aún por descubrir.

Con todo, las ruinas que captan mayor la atención de los turistas de Famagusta no son las de ciudades milenarias, sino las de la antigua ciudad vacacional de Varosha o Maraş, que aparece ante nuestros ojos como congelada en el tiempo.
Edificios a pie de mar que languidecen y que pertenecían a la comunidad grecochipriota, la cuál se vio forzada a huir como consecuencia de la invasión turca de 1974; ciudad fantasma de limitado acceso que nos recuerda las heridas de un conflicto que siguen sin estar resuelto.

Una ciudad vitalista
Las cicatrices de la división de Chipre son aún dolorosas, en una ciudad donde parte de su territorio está ocupado por zonas militares y en el que hoy solo se habla turco, reflejo de la ausencia de la diversidad étnica y religiosa que caracterizo siempre a Famagusta.
Con todo lo que no ha desaparecido es el espíritu vitalista de sus habitantes que disfrutan de los placeres de la vida en bares y terrazas, especialmente durante el transcurso del verano, momento en que los locales se mezclan con los turistas, que aparecen por esta tierra para conocer el legado de la que es sin duda la ciudad más histórica del Norte de Chipre

Famagusta es una macedonia plena en sabores del Mediterráneo que se deja aderezar con toques de historia y arqueología; una bebida que alegra el espíritu y que sin duda merece ser catada con calma.


Actualizado el 24 agosto,2024.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño


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