Lefkoşa, la Nicosia Turca, es un submundo extraño, lleno de cicatrices que conforma un complejo urbano y humano difícil de entender y cuyo encanto dependerá de la apertura de mentes que mostremos al adentrarnos en él.

Un día la perfección geométrica del recinto amurallado de Nicosia se vió corrompida por las tensiones nacionalistas de las comunidades griegas y turcas que habitaban la isla de Chipre, ante esto contexto en 1963 las Naciones Unidas dibujaron la conocida como Línea Verde que separaría los barrios grecochipriotas de los étnicamente turcos.
La invasión turca de 1974 del Norte de Chipre acabaría convirtiendo la Línea Verde en una frontera dura, lo cual conllevó a la creación de la República turca del Norte de Chipre y la conversión de la parte Norte de Nicosia en su nueva capital, que pasará a llamarse oficialmente como Lefkoşa.

La «Nicosia Turca» es un submundo extraño, lleno de cicatrices que conforma un complejo urbano y humano difícil de entender y cuyo encanto dependerá de la apertura de mentes que mostremos al adentrarnos en él.
Pasear por Lefkoşa de inmediato genera un impulso extraño de sensaciones, por un lado esta muy lejos de la riqueza monumental de Famagusta o de la belleza estética de Kyrenia, mientras que por otro lado se hace extraño que una ciudad embebida en una isla, el mar ni se intuya a la distancia.
Las murallas fueron trazadas con tiralíneas, mientras que las calles de Lefkoşa van a su aire y se retuercen sin un sentido urbano, estrechándose o ampliándose sin un sentido claro.
Por la música o la vestimenta de las mujeres podemos definir el origen de los habitantes de cada mini barrio, bien sean turcos locales o bien colonos traídos por el gobierno turco tras la invasión de 1974; esta estampa humana se entremezcla con la de miles de soldados turcos que realizan su servicio militar en la isla o de los estudiantes turcos o foráneos que eligen Chipre para estudiar.

Por momentos, Lefkoşa nos parece una ciudad turca de Anatolia, pero los trazos del catolicismo están por doquier recordando que la ciudad fue la orgullosa capital del Reino de Chipre, todo ello aderezado con el legado griego, veneciano o británico que aun perdura en algunos edificios de la ciudad.
Eso genera dibujos arquitectónicos confusos cuya mayor manifestación se observa en la Mezquita Selimiye, principal templo musulmán de la ciudad antigua y que aprovecha la estructura gótica de la antigua Catedral de Santa Sofía.

No es el único templo gótico-islámico de hecho no muy lejos de la anterior se encuentra la Mezquita de Haydarpaşa, que hace igualmente reciclaje de un templo católico; resulta curioso que quizás la aportación más interesante del Norte de Chipre al mundo arquitectónico sean estos edificios mixtos y que son rompedores al menos en lo estético.

Existen otras mezquitas más puras, que siguen los patrones clásicos de la arquitectura otomana, una de la más significativa es la Mezquita de Arabahmet, que se encuentra situada en el barrio del mismo nombre, uno de los más pintoresco de la ciudad. También no nos podemos olvidar de otros pequeños templos musulmanes de cierto interés como la Mezquita Nueva o bien la de Sarayönü.

En lo referente al legado otomano, quizás el monumento más significativo de la ciudad sea Büyük Han, un antiguo caravasar, hoy reconvertido en un espacio comercial y gastronómico. Es la posada de caravanas más antigua de la isla y su impecable atmosfera anima al visitante a sentarse en sus restaurantes y disfrutar con tranquilidad de un buen café turco.

Más pequeño pero igual de encantador es el Kumarcılar Han, otro caravasar que recientemente ha sido objeto de una impecable restauración y que desde su reapertura se ha convertido en una parada obligada para todos los turistas.

Lo que no van a encontrar los turistas es mucho del importante legado cristiano que albergó en el pasado la ciudad. El cristianismo en el casco antiguo de Lefkoşa es casi testimonial, siendo la Iglesia armenia de Nuestra Señora de Tiro el único conjunto digno de ser mencionado, con todo en el perfil urbano aun podemos admirar el el cuerpo de la iglesia ortodoxa de Ayluka hoy sin uso religioso.

La riqueza arquitectónica propia del dominio católico de la Dinastía de los Lusignan, quien gobernó la ciudad durante siglos, aunque ya no se manifiesta en templos si se mantiene en muchas de las construcciones civiles, como la hermosa Casa Lusignan, hoy en día convertida en museo.
Varios palacetes de diversas épocas han sido restaurados en el centro de Lefkoşa, creando una coqueta red de espacios expositivos de gran interés como sucede con el Derviş Paşa Konak, el Museo lapidario o bien la Casa Saçaklı.
Casas señoriales que constaran estéticamente con la sencillez de las observadas en la barriadas de Samanbahçe, otro de los rincones de la ciudad que uno debe siempre visitar; calles plenas en detalles que son pura delicia para los amantes de los detalles y del modo de vida chipriota.

Cerquita de Samanbahçe, se encuentra la Plaza de Atatürk una de nuestras ultimas paradas en esta ruta por Lefkoşa, donde podemos admirar el Tribunal de Justicia, el edificio más representativo del gobierno británico, y la Columna veneciana, que se dice que fue traída expresamente de las ruinas de Salamina en las cercanías de Famagusta.
Nuestra última parada debería ser siempre las murallas venecianas, que aparecen y desaparecen por tramos, pero que de una forma u otra marcan la forma de la ciudad; una urbe sin grandes monumentos, pero que ofrece una riqueza singular creada por las diferentes comunidades que habitaron la isla.
Británicos, italianos, francos, armenios, griegos, maronitas y turcos, dejaron su huella en Lefkoşa, un pasado común que debe ser reivindicado en la actualidad más allá de este eterno y absurdo conflicto étnico, porque si la parte de turca de Nicosia es rica en matices y encantos, cuan bella sería si pudiéramos completarla con la griega, así que solo nos queda esperar que algún día el puzzle puede ser completado en paz y armonía.

Actualizado el 22 enero, 2021.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño