Dicen que en Santiago la lluvia es arte, agua que empapa de cristalina hermosura a su gallarda catedral, la cual actúa como fuente que vierte su bendición a toda la ciudad.
Hoy ese inmortal rasgo compostelano me calo la piel, mis sentidos se quejaban de la humedad de los inviernos gallegos, mientras una capa de niebla se condensaba ante mis ojos haciéndose valientemente dueña de las calles. La luz de la iluminación artística de los monumentos de la ciudad se atenuaba entre las gotas caídas desde el cielo, creando una imagen espectacular, un efecto fantasmagórico casi de película de terror, que me encandilaba a cada paso que daba.

De pronto la catedral se antepuso en mi camino y como es habitual me envolvió completamente, nunca la había visto tan bella y silenciosa. Así fue como finalmente la lluvia se volvió en arte y mi cámara en un pincel que captaba un instante especial, la comunión de yo mismo con un lugar. Respire profundo, me seque la frente y me fui, no necesitare soñar esta noche, ya lo he echo estando despierto.
Actualizado el 12 febrero,2013.
realmente un lugar fascinante
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gracias 🙂
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