Salónica, en la actual Grecia, creció impulsada por un puerto comercial de primer orden, hecho que la convirtió en una de las ciudades más importantes del antiguo Imperio Otomano. La ciudad era un complejo Babel étnico y así entremezclaba entre sus calles judíos sefardíes, griegos ortodoxos, dönmes, turcos y decenas de otras nacionalidades; esencia multicultural que se mantuvo durante siglos hasta que la conquista griega de la región y la posterior invasión nazi alteraron su configuración humana.
Uno de los pocos lugares que aun guardan la herencia otomana de Salónica es una pequeña casa de madera, donde se dice que nació y creció uno de las figuras más importantes de la Turquía moderna: Kemal Atatürk.

Es imposible hablar de la Turquía moderna sin mencionar la figura de Atatürk; líder de la independencia turca, tras la caída del régimen otomano, llevó a acabo una modernización del país pivotada en su secularización y occidentalización. Su figura, pese a los años transcurridos desde su muerte, aun continua muy presente en cualquier ciudad de Turquía. Esta admiración, curiosamente, no se extiende a su tierra de origen, donde la casa de Atatürk no aparece demasiada publicitada y de hecho es solo ligeramente nombrada en guías y mapas oficiales como consecuencia de la eterna rivalidad entre griegos y turcos.
El Museo-casa de Atatürk se encuentra situada en los terrenos actuales del Consulado general de Turquía, en el número 75 de la avenida Apostolu Pavlu. El acceso es gratuito aunque por cuestiones de seguridad, uno debe hablar primero con los miembros del consulado a través de un telefonillo para acceder al interior del recinto, con todo su conocida fachada de madera es visible desde el exterior.
Ya en el interior un coqueto jardín nos da la bienvenida, siendo posible un reposo a la sombra de sus granados. Desde allí podemos advertir la singularidad del edificio que con sus 3 plantas, sigue los estándares de la arquitectura otomana del siglo XIX, donde la madera y la teja son los elementos integradores del predio.
Patrimonio asignado a los griegos por parte del Tratado de Lausanne, fue donado como gesto de buena voluntad a los turcos en 1933, con motivo de la conmemoración del décimo aniversario de la fundación de la nueva república de Turquía. Con el fin de salvaguardar este preciado tesoro, el gobierno turco decidió construir su sede consular en los terrenos adyacentes y hoy en día constituye uno de los pocos pedazos supervivientes de la herencia turca en la ciudad, junto a la mezquita nueva y la torre blanca.
La casa es un homenaje continuado a su líder, así podemos observar decenas de fotos de su vida y obra, así como cuadros, bustos e incluso sus notas de la escuela. Una de las partes más destacadas del museo es una exposición de trajes que Atatürk uso a lo largo de sus múltiples actos oficiales, que demuestran la elegancia de una persona que tan rápido se vestía de etiqueta como lucía largas casacas militares.

La decoración y mobiliario de la casa es otro de sus principales atractivos; gran parte de de los muebles originales se perdieron y por ello se decidió llenar los huecos con material originario de la familia de Atatürk procedentes de colecciones estatales de museos turcos, como es el caso de una impecable sala de estar de estilo oriental construida con los muebles originarios de la casa de la madre de Atatürk en Izmir.

También podemos destacar la cama donde Mustafa Kemal nació allá por el año 1881 y así como varios despachos de trabajo y una cocina que parece añorar la época en la que la familia del «padre de los turcos» habitaba en estas paredes.
La casa fue abandonada por la familia de Kemal tras el desenlace trágico de las guerras sucedidas en la península de los Balcanes, que conllevarían el desmembramiento de las antiguas poblaciones otomanas; Atatürk abandonaría Macedonia siguiendo su destino militar para no volver jamas a su hogar en una de esas tristes ironías del destino.

La casa natal de Atatürk indirectamente jugó un papel en uno de los acontecimientos más tristes de la historia reciente de Turquía el Progromo de 1955, una serie de disturbios ocurridos en Estambul contra las minoría griega, que surgieron por el rumor intencionado de que la casa de Atatürk había sido atacada y que saldo con una decena de muertas y el exilio voluntario de miles de ortodoxos que vivían en la ciudad.
Recientemente la casa natal Atatürk fue declarada monumento histórico por el gobierno griego, hecho que supone un pequeño punto de inflexión por parte de las autoridades griegas en su relación a su pasado otomano; quizás en el futuro la casa de Atatürk constituya la piedra angular que sirva para que la autoridades helenas reconsideren como bien de gran interés toda aquella herencia turca que alberga su territorio, ya que el conocer y aceptar nuestra historia es parte de nuestro enriquecimiento como país, por ello es de esperar que en el futuro, la casa de Atatürk juegue una parte integradora en la que es esta nueva y moderna Salónica.
Actualizado el 19 septiembre,2017.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño
Ciertamente, constituye un avance hacia la reconciliación greco-turca que esa ilustre morada, en la que nació el fundador de la Turquía moderna, sea enaltecida y considerada un magno vestigio cultural que testimonie la otrora presencia turca en Grecia. Y, paralelamente, se deben conservar y enaltecer en Turquía los monumentos y toda suerte de fundamentos culturales que atestiguen la presencia milenaria de los griegos en este país asiático. Desgraciadamente, los griegos denominados pónticos y anatolios sufrieron un atroz genocidio que el gobierno turco debe reconocer en aras a reparar esa despiadada crueldad perpetrada entre 1919 y 1922.
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