La Antártida es tierra de pioneros, de gentes que se enfrentaron ante la adversidad climática y su dureza física por diversos motivos y marcaron sellos en la historia este continente; cuando uno habla de la historia humana en la Antártida es impensable obviar la profunda huella (no muy buena en muchos aspectos) dejada por generaciones de trabajadores, cazadores y hombres de fortuna, que con su esfuerzo acercaron el Polo Sur al resto de la humanidad.

Muchas de esas prosas heroicas se relacionan con una pequeña isla volcánica de nombre poco alentador, pero que constituye uno de los parajes más bellos y turísticos de la Antártida: Isla Decepción.
La historia cuenta que hazañas pioneras de exploradores tales como Cook, Kerguélen etc, alentó, durante el siglo XIX, a los cazadores de ballenas y focas peleteras que saquearon de fauna las islas al Sur del Cabo de Hornos, un solo barco podía llegar a contabilizar 25.000 muertes por año, era por tanto un negocio muy rentable.

El alto precio que alcanzaban, pieles, carnes y aceite, hace que se produzca una competencia feroz entre las distintas compañías (especialmente británicas y americanas), que empiezan a atreverse a buscar nuevos emplazamientos; la mayoría de los descubrimientos eran considerados secretos de empresa con el fin de que su localización no cayese en manos de la competencia.

En el año 1819, William Smith descubre las Shetland del Sur y rápidamente son adoptadas por los balleneros como punto de partida de sus operaciones.
Isla Decepción constituía un refugio natural donde los barcos se protegían de las habituales tempestades, por lo que pronto llamó la atención de las compañías que operaban en la zona. Así en 1888 se instaló, una factoría ballenera de capital noruego en la isla.

La llamada “Compañía Ballenera Magallanes” tenía capacidad para procesar miles de ballenas por campaña y dibujó un nuevo perfil en la bahía con sus tanques de aceite y estructuras para el despiece. En 1911, otra empresa noruega se instala en la zona y mantiene una intensa actividad hasta que el colapso en el precio del aceite en los años 30 hace que la planta deje de ser rentable y eche el cierre.
Durante la segunda guerra mundial, en la llamada operación “Tabarín”, los ingleses ocupan varios edificios en ruinas con el fin de instalar una estación meteorológica y una pista de aterrizaje que servirá de apoyo a otras bases británicas en la región. Las erupciones volcánicas que sufre la isla en 1967 y 1969, provocan la destrucción y posterior abandono de la base. No será hasta los años 90, cuando las autoridades británicas decidan regresar a Bahía Balleneros y proceder a limpiar el conjunto de basuras, combustibles, sustancias peligrosas que permanecían en la zona.

Si uno arriba por estos lares observará un panorama similar a los dibujados en los pueblos fantasma del Oeste. Se mantiene el esqueleto semihundido de la mayoría de los edificios (tanques, hangares, etc) aunque su estado aconseja alerta ya que uno tiene la impresión de que en cualquier momento se puede desplomar todo.
El hielo ha penetrado en el interior de los módulos mezclándose con el barro de la erupción del 69 atrapando entre su masa cocinas, armarios, generadores etc. Una Pompeya helada se presenta ante nuestros ojos. Ya en el exterior, emergen de la colada tractores, lanchas de madera e incluso las tumbas del antiguo cementerio.
Poco a poco “Caleta balleneros” ha empezado a ser recolonizada por sus auténticos moradores. Págalos, pingüinos así como focas de Weddel o cangrejeras han ocupado a sus anchas el territorio, aunque ahora tienen que lidiar con un nuevo invasor: los turistas.

Los restos de la factoría ballenera y de la base Británica, han sido considerados por el Tratado Antártico como Sitio y Monumento Histórico Nº 71, tanto por su emblemática historia como por el hecho de que los restos de la base reflejan gráficamente el poder destructivo de las erupciones volcánicas; por ello la mayoría de los barcos turísticos incluyen en su paquete la parada en la isla para visitar el paraje. En ocasiones los turistas suelen cavar hoyos para bañarse ya que al estar activo el volcán es fácil encontrar aguas termales y el atractivo de bañarse en la Antártida es irresistible.
Resulta paradójico que lo que un día el ser humano construyó para masacrar sin control a miles de ballenas, fue arrasado por una fuerza interna de la naturaleza. Una leyenda que escuche un día, contaba que fue realmente Gaia quien harta de nuestra insolencia, un día decidió tapar con tierra nuestras vergüenzas, pero quiso mostrar para siempre su esqueleto porque hay escarnios que no merecen ser olvidados.

Actualizado el 11 diciembre,2017.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño