La isla donde los pingüinos se prostituían

Si hiciéramos un ranking de los animales más queridos, sin duda en las primeras posiciones aparecerían los pingüinos; estos animales de torpe andar y de curiosidad innata transmiten empatía tanto a niños como adultos que siempre destacan sus virtudes hasta un punto que rozan la idealización, olvidándose de que no solo la leyenda de la fidelidad eterna de los pingüinos es parcialmente falsa, sino también que incluso a veces existen hembras que se prostituyen, aunque no por dinero sino por algo más valioso en la Antártida: las piedras.

Pingüinos de Adelia
Pingüinos de Adelia  Foto: Campaña antártica 2006/07

Una de las especies que tienen ese curioso comportamiento es el pingüino de Adelia, un ave que se caracteriza por su pequeño tamaño (suele medir entre 60-70 cm y pesa entre 4-7 kg) y por poseer un anillo blanco alrededor de sus ojos. Una especie oriunda de la Antártida y que no cría fuera de las aguas polares aunque ocasionalmente se deja ver por tierras más al norte del paralelo 60º.

Aunque en mis viajes por el Polo Sur había visto a esta especie en varias ocasiones, no fue hasta que desembarque en la isla Avian en la Península Antártica cuando pude conocer en más detalle a esta enigmática ave, ya que este pequeño islote cuenta con más de 35.000 parejas reproductoras siendo la colonia más importante de la región.

Guijarros que valen su precio en oro

En mi visita a la isla no pude apreciar los coqueteos y proposiciones indecentes asociadas al apareamiento pingüinil ya que la mayoría de las crías ya habían nacido, pero si me dí cuenta de la cantidad de guijarros existentes en los nidos. Aparentemente, los machos de Adelia ofrecen piedras a las hembras durante el cortejo, la escasez de material para construir los nidos hace que estas perciban las piedrecitas como autenticas joyas; se puede decir que en esencia la hembra no suele acceder al apareamiento sino hay piedras de por medio y esto sucede aunque la pareja se mantenga estable a lo largo de los años.

Prostitución entre pingüinos

Este deseo por poseer piedras ha llevado a que algunas hembras se «prostituyan» por las mismas y así, aprovechando los períodos en que el macho abandona la colonia en busca de alimento, aceptan ser «infieles» a cambio de pedruscos ofrecidos por otros machos desparejados. A veces, incluso las pingüinas engañan a estos «solteros de oro» y realizan todo el ritual de cortejo aceptando sus piedras pero no teniendo relaciones sexuales con ellos.

Hay que tener en cuenta que tanto machos como hembras roban habitualmente piedrecitas de otros nidos, pero estos hurtos pueden acabar en dolorosas peleas; con esta estrategia las hembras pueden ahorrarse los posibles daños físicos obteniendo no solo piedras gratis, sino que a la par que consiguen testear a otros posibles machos en el caso de que sus casales mueran; no hay que olvidar que los pingüinos sufren constantemente ataques de focas leopardo, leones marinos u orcas y por ello existen muchas posibilidades de que la pareja no aparezca en la colonia en el siguiente ciclo reproductivo.

pingüinos de Adelia
Colonia de pingüinos de Adelia  Foto: Campaña antártica 2006/07

Los biólogos a los que acompañaba en la visita a la isla (y que realizaban un estudio sobre el impacto del cambio climático sobre los pingüinos) se quejaban de que los Adelia (que deben su apelativo al explorador Dumont d´Urville quien bautizó una vasta extensión de territorio en homenaje a su sufrida esposa Adelia) son los pingüinos más difíciles de manejar y eso pese a que están dentro de la categoría de los pingüinos de tamaño medio tirando a pequeño; pero esta especie puede definirse fácilmente con aquella frase de «pequeñita pero matona» y de muestra solo hay que ver que son capaces de criar en el interior del continente antártico, algo de lo que sólo ellos y los pingüinos Emperador pueden presumir.

Una tierra agreste llena de lecciones de biología

La isla de Avian era pequeña (unas 800 hectáreas) y visualmente poco atractiva, al menos comparado con el espectacular entorno de Bahía Margarita, pero sus malorienta tierra rocosa servía de soporte físico no solo a estos simpáticos pingüinos sino también a las colonias más australes de Petreles gigantes del Sur y de Cormoranes de ojos azules.

Resulta curioso ver este vergel de vida en una tierra indómita, un espacio agreste donde los polluelos crecen al amparo protector de sus padres; progenitores capaces de lo que sea por mantener viva la genética de su estirpe, un comportamiento animal no objeto de censura, porque la naturaleza es lo que es y de la misma forma que no podemos idealizarla tampoco debemos condenarla, ya que todos tenemos un objetivo último: la supervivencia.

Antártida
Yo junto a un grupo de pingüinos de Adelia en Isla Avian Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Actualizado el 15 febrero,2016.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño