Adonai. Esta palabra, aparentemente simple, tuvo un impacto significativo en la historia de los judíos de Belmonte en Portugal, una comunidad criptojudía única en el mundo que, desde el siglo XV, mantuvo en secreto su fe religiosa. Una palabra que es reflejo de resistencia y adaptación, pero también es signo de esperanza, de un pueblo que ya no vive en la clandestinidad y que disfruta de la libertad de ejercer libremente su religión.

Belmonte es un pueblo ubicado en la vertiente oriental de la Serra de Estrela, un área que, debido a su posición geográfica, ha experimentado un notable aislamiento a lo largo de gran parte de su historia reciente.
El carácter más o menos tolerante de su población, que nunca delató a sus vecinos, a pesar de sospechar de sus prácticas, junto con este aislamiento físico, permitió que aquí perviviese una comunidad sefardí que, durante siglos, continuó practicando en secreto el judaísmo.

Es importante señalar que la mayor parte de la comunidad judía en Portugal fue expulsada del país en 1497; sin embargo, una porción considerable optó por convertirse al cristianismo con el fin de conservar sus propiedades y bienes, que pasarían a ser conocidos como «cristianos nuevos» o «marranos».
Muchos continuaron llevando a cabo sus prácticas judías en la clandestinidad, evitando la atenta mirada de la Santa Inquisición, la cual impuso un control riguroso sobre estas actividades, sometiéndolas a castigos severos, incluida la pena de muerte. Esta intensa presión condujo, con el paso del tiempo, a la casi total desaparición del criptojudaísmo, de tal manera que solo persistieron pequeñas comunidades judías secretas en lugares aislados como Belmonte.

Las mujeres de Belmonte eran las guardianas de las tradiciones judías, las cuales se transmitían oralmente, ya que los textos sagrados fueron quemados y se prescindieron de los rabinos, con el fin de eludir las sospechas de la iglesia; con los siglos el culto judío en Belmonte tomó un cariz propio, ajeno a la rigidez de las liturgias judías, el hebreo fue olvidado y solo unas palabras eran recordadas, entre ellas la de Adonai (Mi señor en hebreo), que será clave en esta sorprendente historia.
Decir que el portugués de los judíos de Belmonte estaba plagado de expresiones castellanas, lo que según algunos expertos puede ser indicativo de que la comunidad procediese en el pasado de tierras castellanas y que buscaran refugio en la Serra da Estrela en algunas de las múltiples fases de persecución experimentadas por los judíos sefardís.
El descubrimiento de la comunidad criptojudía de Belmonte
La vida de los judíos secretos de Belmonte comenzó a transformarse a inicios del siglo XX, cuando el ingeniero polaco Samuel Schwarz emprendió una exhaustiva investigación sobre las comunidades criptojudías que se creía perduraban en Portugal.
Tras conocer el caso de los Chuetas en Mallorca, adquirió una firme convicción de que una comunidad de criptojudíos podría aún existir en Portugal; de hecho, los rumores sobre la presencia de «judíos ocultos» se habían propagado con la llegada de decenas personas a las recientemente establecidas comunidades judías de Lisboa y Oporto, quienes afirmaban tener raíces judías y que en su mayoría provenían de la región de Trás-os-Montes e Beira.

En 1915, Samuel Schwarz se encontraba en las proximidades de Belmonte por motivos laborales. Durante sus investigaciones, descubrió que en esta localidad existió una comunidad judía significativa, que había habitado estas tierras desde al menos el siglo XIII, como lo evidencia un bloque de piedra con un versículo bíblico, asociado a la antigua sinagoga, que mencionaba la fecha del año 5057, que equivale al año 1297 en calendario cristiano.
De hecho, hasta el propio Pedro Álvares Cabral, descubridor de Brasil y la personalidad más ilustre de Belmonte, tenía raíces judías, ya que se dice que su madre Isabel de Gouveia procedía de una estirpe de origen judío. Y de hecho, en su expedición a Brasil, el mismo Cabral, fue acompañado por varios «cristianos nuevos».

Buscando suministros para la explotación que él dirigía, un comerciante local advirtió a Samuel Schwarz, sin saber que también era judío, que debía evitar cualquier trato con Baltasar Pereira de Sousa, citando su ascendencia judía como motivo. Este comentario despertó la atención del ingeniero polaco, quien estableció una amistad con Baltasar, quien finalmente le reconoció no solo su propia identidad religiosa, sino también la existencia de una comunidad criptojudía en Belmonte.
Samuel intenta en repetidas ocasiones en ser aceptado por los judíos de Belmonte, les habla de los judíos que pueblan otros lugares de Europa, pero estos recelaban de él, ya que, en su aislamiento centenario, creen que ellos son los últimos judíos y que no existen más comunidades fuera de su pequeño pueblo.
Schwarz siguió insistiendo hasta que un grupo de mujeres (recordemos que ellas eran las guardianas del «secreto») le piden recitar oraciones en la lengua que él afirmaba que era de los judíos (los belmontense ya habían olvidado el hebreo) y en un momento este pronunció la palabra «Adonai» provocando una inmensa emoción entre las mujeres allí presentes.

Adonai era la palabra que habían conservado y transmitido de madres a hijas, las judías de Belmonte y era su gran tesoro y el que alguien la conociese era símbolo de la veracidad de su condición judía.
Schwarz establecería lazos de profunda amistad con los judíos de Belmonte, documentando sus costumbres sociales y transcribiendo sus textos y oraciones, todo ello acabaría siendo recopilado en un libro titulado «Os cristãos novos em Portugal no século XX«, que fue publicado en 1925 y que supuso un punto de inflexión en la historia del criptojudaísmo portugués.
La lenta apertura de la comunidad judía de Belmonte
Así que aun ya no era un secreto centenario, los judíos del Belmonte prefirieron seguir con su doble vida y no llamar mucho la atención. Por un lado, Samuel Schwarz había liberado a los judíos de Belmonte de la carga de los últimos de su estirpe, pero por otro los había puesto en el foco público en un país fuerte convicción católica, donde ya no existía la Inquisición, pero en el que el judaísmo aún no era bien visto.

Los tiempos oscuros de la dictadura portuguesa surgida en 1926 y el auge del nazismo en Europa, no generaban un ambiente propicio para la apertura de la comunidad.
En los años 60 una familia judía de Belmonte, se niega a bautizar a sus hijos y poco a poco otras parejas del pueblo empiezan a imitarles y se comienzan a acercarse a la práctica judía tradicional, con todo no será hasta la revolución de los claveles en 1974 y la llegada de la democracia, cuando la situación se empieza a normalizar.

En los años 80 su singularidad atrae a la prensa internacional y se realizan reportajes y documentales que les da popularidad y un cierto sentido de orgullo comunitario.
En 1988 se constituye la Comunidade Judaica de Belmonte, que será responsable en 1996 de la construcción de una nueva Sinagoga y de un cementerio propio.
Con el auge del turismo hebreo en Belmonte, surge la iniciativa de crear en 2005 el Museo Judaico de Belmonte, donde podremos conocer la historia criptojudaísmo en Portugal y la historia de los judíos de Belmonte.

Los judíos de Belmonte en la actualidad
Los judíos pasaron de practicar en secreto a ser el principal reclamo turístico de Belmonte; en la actualidad, las menorá y estrellas de David aparecen en cada rincón del pueblo y se han convertido en los principales souvenirs de las tiendas, que incluso ofrecen productos kosher.
El turismo judaico que visita Portugal suele acercarse a Belmonte por su historia y por la singularidad de esta comunidad sefardí, la cual cuenta, en la actualidad, con cerca de 200 miembros.

La lista de todos los judíos de Belmonte (incluidos los que viven fuera del pueblo) aparece completa en el Museo Judaico, lo cual resulta llamativo para una comunidad que se caracterizaba por mantener en secreto su identidad.
En la noche del viernes es cuando más se nota la presencia de los mismos, porque es habitual ver candelabros encendidos en las ventanas de las casas, cuya luz es símbolo de la esperanza de una comunidad que ya no tiene que esconder sus orígenes y que son los principales huespedes de este hermoso pueblo de Portugal.

Actualizado el 18 marzo, 2025
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño


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