Existen ocasiones en el que uno debe arriesgar y seguir sus instintos viajeros, porque el premio, en ocasiones, es conocer monumentos tan espectaculares como la Sinagoga de Subotica en Serbia, una joya del Art Nouveau y probablemente la sinagoga más bella de Europa.

La idea de visitar Subotica nació de un artículo que escribí hace años sobre las sinagogas más hermosas de Europa; así en la búsqueda de templos hebreos dignos de tal mención encontré las imágenes de esta sinagoga y me fascinó profundamente; un templo judío de estilo Art Nouveau (aunque no es el único) era algo tan poco frecuente que tenía que ir a conocerlo.
Tarde varios años en adecuar un viaje que me acercara a esta localidad del Norte de Serbia, a unos pocos kilómetros de la frontera con Hungría. Era tan fuerte el impulso que condicione toda mi ruta por Serbia para estar al menos un día en Subotica y pudiera conocer su enigmática sinagoga. Durante las horas previas incluso sentí algo de ansiedad y de hecho esperando en la estación de autobuses de Novi Sad me subí incluso a un bus equivocado, del cual el conductor «me invito a bajar» con cierta violencia verbal.

Ya en el bus correcto reflexionaba internamente sobre las corazonadas en los viajes, aquellas sensaciones que van determinando tu vida (incluso la sentimental) y que te dirigen hacia lugares insospechados, generando conexiones que desde el exterior nadie las entiende. Cuando comentaba a mis amigos, viajeros ocasionales o incluso serbios, todo el mundo me preguntaba que demonios iba a hacer en Subotica y que nunca habían oído escuchar de tal sinagoga o mismo que no valía la pena ir hasta allí; pero el virus viajero es así y en ocasiones es necesario seguir los impulsos y abrir nuevos caminos, existen miles de lugares desconocidos de infinita belleza, muchos de los cuales no aparecen en revistas o artículos de viajes sencillamente porque repetimos patrones, así viajamos a lugares de los que tenemos referencias y se nos olvida improvisar y cuando lo hacemos….!tachán!… por arte de magia aparecen escenarios de ensueño.
Asumí cierto riesgo la verdad, porque desconocía si la Sinagoga estaría abierta al público o incluso si no estaría en obras, porque había leído en algún lugar que estaba siendo sometido a un proceso de restauración.

Llegue a Subotica y me caminé en plena solana de agosto hacía la sinagoga. Quería ir hasta allí cuanto antes, porque no es la primera vez que me quede sin ver un monumento por haber retrasado la visita y en este caso conocer la sinagoga era el principal objetivo del viaje.
Gire la esquina y finalmente la Sinagoga de Subotica se encontraba delante mía y en ese momento mis emociones se desbordaron. !Que edificio tan bonito!. La sinagoga lucía esplendida recién restaurada (al parecer los trabajos de restauración habían terminado en 2018), el pequeño jardín que la rodeaba magnificaba su arquitectura y favorecía que los turistas la retratásemos con placer y sin forzar los encuadres.

Me dirigí hacía la entrada y la misma estaba abierta al público, la entrada era barata (que diferencia con otras sinagogas de Europa), no había nadie y un hilo musical endulzaba el ambiente con música clásica; parecía que la sinagoga me estuviera esperando y quisiera regalarme lo mejor de si misma.
Traspase la entrada y las buenas sensaciones que me transmitía la misma desde el exterior se magnificaron y volaron a través de un cuadro de estilo modernista, que a base de bellas pinceladas iba definiendo la decoración del templo.

El monumento fue soñado por las mentes de los arquitectos Dezső Jakab y Marcell Komor, que en 1902 construyeron esta sinagoga, en coincidencia con el mayor período de esplendor de la ciudad, cuando la misma quedó integrada en el Imperio Austro-Húngaro. Se dice, que los arquitectos, recién acababan de perder la licitación de la nueva Gran Sinagoga de Szeged, oportunidad que aprovecharon los judíos de Subotica para contratarles y darles libertad para crear este regalo divino.

La Sinagoga de Subotica fue una de las mayores de Europa en su momento y permitía dar servicio religioso a la comunidad judía local que en aquel momento alcanzaba los 3000 fieles. Actualmente, la comunidad hebrea de Subotica no llega al centenar de personas, ya que fue diezmada por el holocausto durante la II Guerra Mundial y nunca lograría recuperar su antigua vitalidad.

La música ambiente me va envolviendo a cada paso que doy en el templo y eso que la misma no sale del magnifico órgano que preside el edificio; con todo es su cúpula y su magnificas vidrieras quienes sufren mi incesante reportaje fotográfico.
Llegado un momento dejo la cámara de lado y me decido a contemplar desde la planta de arriba la panorámica que se me ofrece a los ojos, sin duda es la sinagoga más bella que he visitado hasta ahora (y he visitado unas cuantas), pero la principal satisfacción es saber que mi olfato viajero sigue funcionando.
Obviamente mis gustos no tienen porque coincidir con el de los demás, pero si creo que, al menos de vez en cuando, que deberíamos liberarnos de las correas y dejar llevarnos por las sensaciones que nos piden salirnos de la ruta marcada, porque hay mucho mundo por explorar.

Subotica es una ciudad pequeña, pero que concentra una gran diversidad de monumentos de categoría en su núcleo urbano y destila modernismo en cada esquina; apenas nadie te recomendará ni Subotica ni su sinagoga, al igual que otros miles lugares del mundo que solo se popularizaran hasta que algún influencer famoso lo haga.
Quizás no vengas nunca a Subotica, quizás no vivas el conocer su sinagoga como lo hago yo, pero dudo de que te decepcione, porque la belleza de este templo es indiscutible y solo podrás definir su magnitud organizando un viaje a este rinconcito de Serbia.

Actualizado el 26 agosto,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño