Oporto es una de las ciudades más mágicas de Europa, un pedazo de Portugal que nunca deja de sorprenderte y que reserva a los visitantes más inquietos cientos de lugares con encanto listos para ser descubiertos; tesoros escondidos como el Camposanto de Agramonte, el que está considerado por muchos como el cementerio más bello de Oporto.

Se que el necroturismo es una actividad diferente que a veces es difícil de comprender para muchos; el caminar entre tumbas nos produce una sensación extraña, en gran parte derivada de nuestras propias experiencias personales porque de muerte desgraciadamente todo el mundo entiende.
Pero más allá de constituir santuarios de la despedida, para mi los cementerios son libros que te acercan al estudio de la sociedad humana, ya que constituyen un reflejo único de como los diferentes pueblos del mundo se enfrentan al paso más difícil; además son auténticos museos al aire libre donde las esculturas inmortalizan el dolor eterno o el homenaje por aquellos que ya no están.
Evidentemente los camposantos son lugares donde el respeto es fundamental, donde el postureo no debería existir y en el que uno debe venir a aprender o a reflexionar, acercamiento respetuoso que deberemos integrar en nuestra mente antes de adentrarnos en el refugio espiritual que constituye Agramonte.

Es curioso pero pese su excelente ubicación, casi al lado de la famosa plaza del Mouzinho de Albuquerque, el Cementerio de Agramonte es ciertamente desconocido por los miles de turistas que visitan Porto anualmente; con todo es uno de los cementerios más bellos de Portugal y un espacio lleno de riqueza monumental e histórica ya que aquí se encuentran enterradas importantes personalidades de la vida pública de Oporto.
Abierto al público en 1855, el Cementerio de Agramonte ofrece un paisaje donde se dibuja claramente la dicotomía social tan característica del barrio de Boavista, así podemos encontrar desde esplendidos panteones pertenecientes a familias ricas de Oporto hasta tumbas de gente humilde sin apenas decoración exterior.

Algunos de los monumentos funerarios fueron esculpidos por prestigiosos artistas del cincel como António Soares dos Reis o António Teixeira Lopes, e impactan al visitante por su profundo simbolismo y logrado detalle.
Sorprende por su belleza y originalidad un panteón de forma ovalada, que alberga 5 niveles de sepulcros a modo de nicho y que exhibe una planta superior a modo de galería y en la que además de guardar un importante número de tumbas, sirve de mirador de la «plaza» que se encuentra iluminada por la amplia cristalera del techo.


La capilla del cementerio es otro de los elementos destacado de la visita, un pequeño templo de trabajada decoración y en el que sobresale las pinturas de esencia bizantina realizadas por el pintor italiano Silvestro Silvestri.

El Cemitério de Agramonte transmite una inmensa paz, a pesar de que se encuentra muy próximo a uno de los viales más transitados de todo Oporto; embebidos en esta calma podemos admirar la constante devoción y recuerdo que los portugueses muestran a sus difuntos, que hace que el cementerio sea un espacio pese a su fin, sea un lugar donde se respira vida.

Al caminar por el cementerio se abren ante nuestros ojos avenidas bien cuidadas y que se encuentran flanqueadas por hermosos panteones, que a veces parecen seguir un patrón regular en su distribución, mientras otras veces rompen voluntariamente su medida armonía y exhiben cierta anarquía..
Una pequeña ciudad funeraria pública que coexiste con tres cementerios privados, asociados a diferentes ordenes religiosas (Carmo, San Francisco y Trindade) y desde cuyos muros incluso se puede observar el perfil de la Sinagoga de Oporto, que parece ajena a la exaltación católica del camposanto.

Tumbas ilustres como las del cineasta Manoel de Oliveira o de la del Conde de Ferreira se entremezclan con memoriales colectivos, como el curioso monumento que recuerda a las victimas del incendio en el Teatro Baquet, cuyos hierros torcidos por el fuego proceden de las propias ruinas del teatro.

Un cementerio donde por doquier crecen camelios y magnolios en una metáfora de como sobre la muerte surge de nuevo la vida, porque estos espacios son construidos para el uso de los que aun seguimos en este mundo, usuarios temporales y moradores futuros que cuando acercamos al Cementerio de Agramonte entramos en la intersección donde se junta la historia de Oporto, punto de encuentro intergeneracional abierto a todo aquel que quiera adentrarse en el mismo con respeto.

Actualizado el 5 agosto,2019.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño