Hoy en día, la Catedral de Sveta-Nedely es uno de los referentes monumentales de la ciudad de Sofía, pero lo que muchos turistas no saben es que este templo ortodoxo fue testigo de uno de los mayores atentados terroristas de la historia de Europa, cuando el 16 de abril de 1925 miembros del partido comunista búlgaro detonaron varios explosivos durante el entierro del general Konstantin Georgiev.

En este trágico atentado murieron 128 personas, entre ellas el alcalde de Sofía, el gobernador regional e importantes oficiales del ejército búlgaro, pero no consiguió alcanzar a su principal objetivo, el Zar de Bulgaria Boris III, que no estaba presente en ese momento en la ceremonia por culpa de un mal endémico de los búlgaros: el llegar tarde a los sitios.
Realmente el jerarca búlgaro no llegaba tarde a la misa sin motivo, sino que su retraso se debió a que el mismo estaba atendiendo a otro funeral por las víctimas de un atentado anterior contra su persona; así si el Zar hubiera sido puntual y cumplido con su agenda, hubiera probablemente fallecido en el atentado, ya que era el principal objetivo del ataque, pero llegó tarde y esta falta de protocolo permitió que siguiese con vida.
El atentado provocó el colapso del tejado y de gran parte de la estructura de la iglesia, que sería reconstruida e inaugurada de nuevo en 1933, adoptando eso sí un diseño arquitectónico diferente, caracterizado por una nueva cúpula de 31 metros de altura.
A día de hoy, una placa en la puerta de la iglesia conmemora a las víctimas del intento de regicidio, un atentado del que sé salvo el rey Búlgaro de milagro, porque a veces a quien llega tarde, Dios le ayuda.

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Actualizado el 24 agosto, 2024.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño

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