Nuestra estancia en Viena es corta y los cortos días del invierno nos impiden el disfrutar al completo de la ciudad, así que decidimos volcarnos solo a la visita de uno de sus grandes palacios y apostamos por conocer el Palacio de Schönbrunn, una de las joyas culturales más famosas de toda Austria.

El palacio y sus inmensos jardines hoy se encuentra integrado en el conjunto urbano de Viena, pero en el pasado los terrenos ocupaban una llanura de inundación del río Wein, uno de los afluentes del Danubio y que atraviesa toda la capital austriaca.
Este entorno natural era ideal para la práctica de la caza, de ahí que Schönbrunn fuese adquirido por Maximiliano II para cumplir su pasión por el arte cinegético. Para crear un entorno más placentero, el emperador reformó una mansión previa existente en los terrenos y construyó un jardín de esparcimiento y un parque de bestias que aun pervive en la actualidad integrado en un moderno zoológico.
La mansión durante años mantuvo su anterior denominación Katterburg, pero el descubrimiento de una singular fuente, en unas jornadas de caza, bautizaría a todo el reciento que pasaría a denominarse para siempre como «la Fuente Hermosa» (Schönbrunn en alemán).

En aquella visita invernal, el poder adentrarnos en los decorados pasillos Schönbrunn y sus infinitas salas, nos hizo no solo olvidarnos del cortante frío exterior, sino también entender mejor el poder acumulado por los Habsburgo a lo largo de su dilatada historia.
El crecimiento continuado del palacio, auspiciado por la realeza vienesa, va adquiriendo la personalidad de sus ilustres huéspedes, incluyendo las estancias del emperador Francisco José, quien nació en el palacio, y de su célebre esposa Sissi, cuya historia de amor, magnificada en una serie de famosas películas, han contribuido a convertir al palacio en uno de los lugares más famosos y visitados de Viena.

La decoración interna de Schönbrunn puede desbordar la vista por momentos y resultar sobria en otros, así los salones y dormitorios se visten según las corrientes y deseos de las moradores de la época, ya que el palacio ha evolucionado constantemente desde sus orígenes.
Con todo, al igual que Versalles, es cuando accedemos a los jardines cuando uno siente que se encuentra ante un monumento extraordinario.
Los jardines de Schönbrunn, son pura elegancia vienesa, con estatuas que relatan relatos clásicos en su juego con las aguas; historias visuales que se combinan con las flores y los árboles llenando de paz y de armonía al conjunto
Buenos recuerdos que hicieron impronta en unos humildes visitantes como nosotros que fuimos hasta Viena a conocer este legado sensorial y que tras nuestro paso decidimos guardarlo para siempre en nuestra memoria.

Actualizado el 16 agosto,2018.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño