Era una tarde soleada de noviembre y el cielo despejado nos permite divisar un espectacular aerogenerador surgiendo desde las aguas apenas a unas millas de distancia de la Playa de Apúlia en el municipio de Esposende (Portugal); sus aspas no se mueven hoy pero uno fácilmente intuye que el viento sopla con fuerza en esta costa, de hecho el perfil de la arena deja huellas de placeres geológicos cuyo ziz zag visual desemboca en unas hermosas dunas que sirven de asiento físico a varios molinos de viento tradicionales que nos recuerdan que el aire en movimiento ha sido históricamente aliado y fuerza motora de trabajo para los habitantes de la zona.

Apúlia es por momentos un paisaje muy bucólico de hecho sorprende que apenas se conozca a nivel turístico (a excepción de los portugueses) y todo ello pese a que la presión urbana y la erosión marina ha provocado que una parte de esta bella costa haya desaparecido, obligando a reaccionar al gobierno portugués que no solo ha protegido el espacio, incluyéndolo en el Parque Natural del Litoral Norte, sino que ha iniciado ciertas medidas de regeneración litoral que han llevado a la demolición de muchas edificaciones costeras que invadían el margen costero.

Sorprende y emboba la viveza de esta extensa playa en la que el mar que es tan espectacular como peligroso, con olas que se elevan en su devenir hacía la costa y que rompen entre las rocas dejando un reguero de espuma, cantos rodados y arena fina.
La de Apúlia no es una playa ideal para bañistas, ni para familias (aunque las haya) pero si un lugar donde enamorarse de la fuerza del Atlántico, de sus colores variables y de su relajante son; un lugar con un paseo que a base de pasarelas de madera cruza las dunas y que desemboca en un pueblo marinero de los de antes, donde las barcas, cuando permanecen en tierra, exhiben sus quillas y su curtido cuerpo en una pose que hace imposible que no sean fotografiadas por los visitantes.

Apúlia es una ruta agradable que huele a pescado, donde varios restaurantes con solera impregnan de sabor y sal todo el ambiente; aroma de una tierra volcada al mar que un día recibió de Dios un regalo, el sencillo a la vez que hermoso derecho de disfrutar para siempre de una de las playas más bellas del Atlántico ibérico.
Actualizado el 20 abril,2018.