N.a. Meses después de escribir este artículo, el ayuntamiento de Madrid compro el Beti Jai en la actualidad está musealizado, para más información podéis consultar el siguiente artículo.
Aunque nos cueste creerlo a día de hoy hubo un tiempo en que los partidos de pelota vasca constituían una de las principales aficiones de los madrileños, una pasión que formaría parte del alma de la capital desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, momento en el que el desarrollo de otros deportes como el fútbol acabaría por cambiar los hábitos deportivos de la ciudad.
Esta época de esplendor se tradujo en la construcción de hasta una treintena de frontones en Madrid, que incorporación soluciones de diseño ciertamente espectacular como sucedió con el hoy desaparecido frontón de Recoletos o el Beti-Jai verdadera catedral de este deporte en la ciudad y el único que sobrevivió al cáncer de la especulación. El Beti-Jai, pese a su estado actual de abandono, aún constituye una auténtica joya arquitectónica, aunque por desgracia resulta desconocido para la mayoría de los ciudadanos de Madrid.

Este frontón, situado en el distrito Chamberí, es el único recuerdo de un tiempo en el que los frontones constituyeron las primeras instalaciones deportivas estables de la ciudad y cuya exitosa introducción se vio impulsado por varias circunstancias históricas. En primer lugar, la monarquía española (y mucha de la nobleza patria) comenzó a veranear en San Sebastián, esto permitió que el rey asistiese a partidos de pelota y se convirtiese en un aficionado más de este deporte creando indirectamente una corriente de empatía hacía el mismo que será clave en su desarrollo; con todo será la llegada de empresarios de origen vasco a la capital la que dará el empujón definitivo a la construcción de grandes frontones industriales.

Los empresarios vascos no desarrollaron los frontones por una cuestión puramente sentimental, sino que los frontones resultaban actividades de ocio ciertamente rentables; por un lado, eran espacios multiusos que permitían no solo celebrar eventos deportivos sino también culturales o políticos, además en el juego de la pelota se podía apostar y eso traía a un variado público que se dejaba su dinero no solo en las apuestas sino también en los bares o restaurantes asociados al mismo.

Uno de esos visionarios fue Jose Arana Elorza quien encargó en el año 1893 a Joaquín Rucoba la construcción de un gran frontón en la calle del Marqués de Riscal; de esta petición nacería el Beti-Jai, un hermoso frontón largo y de cancha descubierta y cuyo graderío curvo distribuido en varias bancadas podía albergar hasta 4000 espectadores que disfrutaban de una visibilidad inmejorable.
El Beti-Jai era bello, un envolvente recinto construido en materiales nobles y que pasaba inadvertido desde el exterior, pero que desprendía dosis de elegancia cuando uno accedía a sus entrañas. Pese a su hermosura y singularidad arquitectónica el frontón sufrió un rápido declive, la competencia feroz con otros frontones y con los nuevos deportes, especialmente con el futbol, hizo que ya en los años 20 del siglo pasado el Beti-Jai ya no albergase partidos de pelota y se dedicase a otros menesteres industriales y comerciales. Desde ese momento, el frontón empezó su lento declive, llegando a funcionar incluso como cárcel durante la Guerra Civil o lugar de ensayo de bandas durante la posguerra.

El cambio generacional mandó al ostracismo al recinto y durante años el Beti-Jai permaneció oculto a los madrileños que desconocían incluso de su existencia. Un fantasma de bellos remates, que por su excelente situación atrajo la atención de buitres inmobiliarios cuyo único interés era el puramente especulativo. El derribo rondó durante muchos años al espacio, pero gracias a la labor de ciertos arquitectos y ciudadanos, asustados por la perdida patrimonial que se estaba produciendo en la ciudad, se consigue que el edificio gane cierta protección pasando a ser catalogado por el ayuntamiento como edificio singular y se impulsan a la vez los tramites para que sea declarado como Bien de interés cultural (BIC) en la categoría de monumento.
Pese a esta protección parcial, los intereses urbanísticos siguen presionan constantemente al Beti-Jai, hasta el punto que en 2005 se propone que sea descatalogado para construir un hotel de lujo, aunque afortunadamente la propuesta fue rechazada. Ya en el año 2011, tras presiones de ciertos colectivos ciudadanos como la plataforma Salvemos el Frontón Beti-Jai de Madrid, se consigue que el Beti-Jai se convierta oficialmente en Bien de Interés cultural.

Esta protección y los recientes intentos de las instituciones públicas de Madrid por comprarlo (Actualización: El Beti-Jai fue comprado en abril de 2015 y se plantea un concurso internacional de ideas), no impide que el Beti-Jai siga abandonado y sin un proyecto claro de futuro. Yo que soy de una ciudad como Vigo, donde aún lloramos con resignación la perdida de nuestro patrimonio arquitectónico, no entiendo como el pueblo de Madrid vive el margen del proceso de definir cuál será el futuro de este regalo arquitectónico de finales del siglo XIX.
Nadie duda de que Madrid es bello, pero aún podría ser lo más y en ese papel los ciudadanos de la capital tienen un protagonismo vital, ya que no es solo que el Beti-Jai sea rehabilitado o no, sino que es más importante incluso el determinar que uso tendrá. El recinto podría fácilmente acoger un centro comercial o de ocio, ¿pero acaso es eso realmente lo que necesita Madrid? Yo creo que realmente que no.
En Madrid lo que hace falta realmente son instalaciones deportivas y culturales útiles a los ciudadanos, no más millonarios contenedores culturales vacíos de contenido o cafeterías de diseño; los barrios necesitan bibliotecas, lugares de exposición y debate, zonas de juegos infantiles y fundamentalmente instalaciones deportivas. El Beti-Jai se puede adaptar a todas ellas, pero necesita apoyo público y especialmente ciudadano para que no vuelva caer bajo las garras de la especulación, porque los Madrileños son los grandes desconocedores de este espacio y ese desconocimiento impide que participen en el debate y presionen a las instituciones en la dirección correcta.
Por eso os animo a difundir su existencia entre vuestros allegados y a apoyar las medidas que se están promoviendo desde diferentes grupos sociales que buscan su protección integral, porque es cierto que Madrid ha cambiado mucho desde el Beti-Jai se construyó, pero su espíritu actual se curtió en gran medida en las paredes de frontones como este y ese es un legado que la ciudad no puede permitirse perder.
Si os estáis interesados en conocer más sobre el frontón Beti-Jai y participar en su defensa, no dejéis de visitar la web de la plataforma Salvemos el Frontón Beti-Jai de Madrid, que me han aportado gran documentación para elaborar este artículo.
También os recomiendo visionar el siguiente vídeo del programa, la Aventura del Saber, que versó sobre este emblemático frontón madrileño
Así como la lectura de los siguientes textos:
Frontones en Madrid (1891-1936). La Ilustración de Madrid

Actualizado el 2 julio, 2025
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño


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