Hay cientos de rutas en Galicia pero la del río Mao en el municipio orensano de Parada de Sil es de las que enamoran a los incrédulos, porque el devenir de su pasarela parece dirigirnos hacia el mismísimo cielo en un éxtasis natural que nos obliga a declarar incompleta la belleza de la Ribeira Sacra hasta que uno no conoce este camino de interminable belleza.

La senda es pura fantasía visual incluso antes de iniciarla, ya que uno accede a la misma a través de una carretera de curvas infinitas cuyos giros dibujan con arte de delineante la pendiente de la ladera, creando terrazas donde el vino se nutre de la calidad de la tierra. Una vez traspasada la frontera de los viñedos, el bosque se abre paso y allí a la altura de una antigua central eléctrica, hoy en día albergue, nace la célebre serpiente de madera que sin veneno desciende en cota al compás del río.
Durante casi un kilómetro cientos de arboles de autóctono pedigree llenan de hojarasca otoñal los tablones y regalan fotografías a los visitantes quienes atraídos por la vista y el fluir de las aguas parecen dirigir su paso hacia el majestuoso río Sil, creador de los cercanos cañones y receptor de toda la savia del Mao.

La pasarela de madera acaba y comienza nuestro sollozo peregrino; lagrimas que parece que han ensanchado el río creando espacios aptos para los cormoranes y los amantes de la pesca. La ruta continua y gana de nuevo pendiente a la altura de una aldea de ario acento rural y cuyos moradores seguramente se harán cargo de las terrazas cercanas. Monumentos al vino erigidas para mayor gloria del dios Baco, quien dicen que espera a catar su cosecha al pie del río Sil, lugar donde muere nuestra ruta y en donde comienza nuestro gozo eterno.
Actualizado el 19 enero,2016.