La isla de la sirena

El día avanza mientras el compás de las olas renueva la salitre de la playa, dos almas miran al horizonte en la espera de encontrar preguntas que sustenten la conversación; ambos parecemos deseosos de caer en la intimidad de los besos, pero el silencio atemoriza más que un puñal helado y no acabamos de sintonizar nuestros labios; de pronto ante nuestros ojos una sombra se introduce en las aguas dejando un rastro de sonoro chapoteo.

Salvora Galicia

– «¿Que ha sido eso?»  me pregunta entre curiosa y preocupada.

– «Fue una sirena» le respondo ágilmente.

– «O unos gamusinos no te fastidia«.

– «Es una sirena, porque vengo muchas veces aquí y la conozco se llama Mariña«.

– «Anda si además tiene nombre, esto se pone interesante» me replica en creciente ironía.

– «Ves a lo lejos aquella isla, se llama Sálvora y allí tiene su hogar, si quieres agarramos la barca y te la presento«.

– «Venga vamos«.

Salvora

La isla de Sálvora es sin duda la joya más desconocida del Parque Nacional de las islas Atlánticas de Galicia, un territorio pintado por la brocha del Atlántico y que protege con su cuerpo la riqueza innata de la Ría de Arousa.

Sálvora no cuenta con los vertiginosos acantilados que caracterizan sus archipiélagos hermanos de Cíes y Ons, pero guarda innumerables tesoros que son dibujados en un lienzo único que incluye playas de virginal arena, un pequeño bosque donde se refugian ciervos y caballos salvajes (traídos en el pasado a la isla para uso cinegético) y un hermoso faro, que en su nocturna actividad ilumina el antiguo pazo propiedad de la familia de los Otero-Goyanes. 

Salvora

Un paraíso donde anidan incontables aves, que buscan su sustento en unas aguas ricas en fauna piscícola. Mar de aguas cristalinas, donde es frecuente ver surfear a grupos de arroaces, cuya acuática danza camufla muchas veces las inmersiones de Mariña, el ser más famoso de la isla.

Cuenta la leyenda que el héroe medieval Roldán, encontró anónimo refugio en la isla de Salvóra; así un día paseando por la playa, el héroe de la lucha contra los sarracenos, se encontró a una sirena moribunda en la orilla, sin dudarlo un segundo la rescató y cuidó de ella hasta que se recuperó totalmente de sus heridas.

Faro Galicia

Roldán no pudo evitar enamorarse de la sirena, la cual era incapaz de hablar y por ello al desconocer su nombre, decidió llamarla Mariña como hija del mar que era. El amor no tardaría en surgir entre ambos y acabaron por tener un hijo al que denominaron Juan.

Un día, en coincidencia con la festividad del santo de su hijo, Roldán tomó a su hijo en brazos y procedió a saltar una hoguera; Mariña desconocedora de la tradición y pensando en un trágico destino para ambos, emitió un gran grito, recuperando de súbito su bella voz.

El hijo de Roldán y Mariña crecería feliz y al hacerse mayor abandonaría la isla fundando con el tiempo uno de los linajes más famosos de Galicia el de los Mariño. Al morir Roldán, Mariña volvió al mar y se convirtió en la eterna guardiana de la isla, compartiendo sus funciones con el espíritu de su amado.

Pazo Otero-Goyanes

– «Aquí esta, te presento a Mariña«.

– «Bahhh… eso es solo una estatua de una sirena».

– «Ya… pero es que Mariña es muy escurridiza y no se deja ver fácilmente, pero a veces se le puede ver varada en esta playa recordando a su amado Roldán».

– «¿Cuanto tiempo ha pasado desde que marchó para siempre su amor?».

– «Pues casi 12 siglos…».

– «Que mentiroso eres, si fuera cierto tu «sirenita» ya debería haber muerto».

– «No, porque se dice que Neptuno concede a los seres del mar la posibilidad de ser eternos, para ello deben encontrar durante la marea baja a un humano a quien amar».

– «¿Así? pues entonces quiero ser sirena y nadar para siempre entre corales y delfines».

Mariña

Sin mediar más palabra, ella se desnudó y fue corriendo al encuentro del mar mientras el sol del atardecer dibujaba trazos de colores sobre su bello cuerpo; jugaba a ser sirena mientras yo no pude evitar enamorarme aun más de ella, como un marino griego listo a sufrir eternamente su condena.

Regresamos antes de que la noche oscureciese el perfil de la costa, tras amarrar la embarcación la acompañé hasta su casa sin apenas saber que decir; a los pies de su puerta nos dispusimos a hacer el ritual de despedida, pero su boca no se dirigió a mi mejilla y busco contacto con mis labios, tras ello sentí un beso que se alargó durante minutos y que terminó con un susurro en mi oído.

– «Te vuelvo a ver durante la baja mar».

Licencia de uso de fotos y texto Planeta on Tour
Los textos y las fotos son propiedad de Planeta Tour. Pinchar aquí para ver licencia de uso.

Actualizado el 8 junio,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño