Cataratas del Niágara, el gran espectáculo visual de Norteamérica

Preparo mi cámara y me pongo el antiestético chubasquero que nos han dado, el barco está a punto de partir y nuestro destino no puede ser más impresionante; las Cataratas del Niágara nos esperan exhibiendo su desbordante torrente de vida, hoy se cumple uno de mis sueños viajeros, hoy voy a disfrutar de la fuerza y belleza de la naturaleza.

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Cataratas del Niágara Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

No llevo muchos días en Canadá y aun estoy con el cambio de horario medio atravesado, con todo he decidido madrugar para tomar el primer autobús que me llevará desde Toronto hasta el lugar donde el río Niágara ha decidido crear uno de lo espectáculos visuales más bellos de Norteamérica.

Llego a la estación de autobuses de Niágara, que para mi sorpresa está ciertamente lejos de las cascadas; harto de horas de bus decido seguir mi ruta caminando y pronto me alegro de tomar esta decisión porque el camino está lleno casas de madera que invitan a ser fotografiadas.

niagara casas
Casas del Niágara Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Desgraciadamente, a medida que me acerco al río los edificios empiezan a crecer en altura y surgen innumerables resorts y casinos que empobrecen el paisaje, hasta que de pronto el sentido del oído se me activa y me doy cuenta que ya estoy cerca de mi destino final: el río Niágara.

Ya tengo ante mí el conjunto de cataratas que conforman este Monumento Natural y que a la par sirven de frontera entre Estados Unidos y Canadá; por un momento me veo tentado de buscar una forma de cruzar el puente internacional y poner una cruz más en mi lista de países visitados, pero tras pensarlo pienso que Estados Unidos merece una visita de verdad y mi objetivo de hoy son solo las cascadas.

Niagara Falls
Vista general de las Cataratas del Niágara Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

La primera sorpresa que se llevan muchos al acercarse a las Cataratas del Niágara, es que realmente no se trata de una única cascada, sino que es un conjunto conformado por 3 saltos de agua independientes, entre las que sobresale la conocida como Catarata Canadiense, la más grande y con mayor fuerza de caudal.

Catarata Niagara
Catarata estadounidense Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Tras estar un buen rato mirando embobado las cascadas, decidí ir a su encuentro pagando entrada en esos barcos que te acercan a este grandioso salto al vacio, por donde tarde o temprano acaba por fluir todo el agua de los Grandes Lagos.

Catarata estadounidense Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

El barco, que se encuentra un poco saturado de turistas, se dirige en primer lugar hacía la «Catarata Estadounidense«, la cual se encuentra íntegramente en territorio de Estados Unidos de ahí que fuese bautizado con ese nombre. Tiene menor fuerza torrencial y altura, pero su caída es visualmente igual de impresionante. Al lado de esta se encuentra la conocida como «Catarata Velo de Novia» y cuyo simétrico diluir se asemeja a la forma de un velo de una prometida.

La neblina no es tan intensa en esta parte de las cataratas y uno puede tirar fotos sin preocuparse del objetivo de la cámara, pero el premio mayor está a punto de llegar…

Cascadas del Niagara
A la derecha se observa la Catarata del Velo de Novia, que por momentos parece integrada en la catarata estadounidense, pero es alimentada de forma independiente Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

Ponemos rumbo a la «Gran Catarata«, conocida también como la Catarata Canadiense, aunque parte de la misma se asienta en territorio estadounidense, y que es apodada también con el nombre de Horseshoe, por su similitud con una herradura de caballo.

La catarata canadiense dibuja con estilo un curvatura de 670 metros de ancho, por la cual desciende en torrente el 90 % del agua del río Niágara, generando tras su impacto una intensa neblina visible a gran distancia.

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Vista de la Gran Catarata del Niágara Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

El barco se acerca a la cascada y el chuvasquero empieza a tomar sentido práctico. Los turistas desbordan de excitación mientras intento que la cámara este protegida del impacto del agua, pero me resulta imposible y tras una docena de fotos la cámara se apaga para no volver encenderse.

Mi querida cámara, parece haberse muerto para siempre (al día siguiente conseguiría revivirla) y me siento tan frustrado que cuando quiero darme cuenta el barco ha virado y nos dirigimos al muelle de nuevo.

Llego al embarcadero con una sensación agridulce, de haber estado en un lugar mágico, pero de no haberlo disfrutado al máximo. En ese momento se me ocurre la insana idea de colarme y repetir la travesía, no parece muy difícil y hay mucha alboroto de gente lo que facilita la estrategia y así un poco temeroso de las consecuencias de si me pillaban, entro de nuevo en el circuito esta vez con el único registro que el de mis sentidos.

Niagara
Vista de las cataratas del Niágara Foto: Miguel Ángel Otero Soliño

La ruta comienza de nuevo, ya no tengo que buscar encuadres o repetir capturas por si acaso, pongo toda mi atención en los detalles, en los sonidos, los olores las sensaciones que me había perdido en el primer viaje; me doy cuenta que el incidente con la cámara me ha concedido un regalo que ahora estoy disfrutando plenamente.

Llegamos de nuevo a la Gran Catarata del Niágara y soy el único que no toma fotos y un así desbordo en felicidad mientras siento en mi piel la fuerza de los miles y miles de litros que caen ante mí; la neblina se condensa en mi frente y se hace cascada a la altura de mis ojos, el sonido me envuelve… !que sobredosis de sensaciones!.

Se acaba el tour y mientras regresamos lentamente pienso en volver a colarme y admirarla una tercera vez, pero el estomago empieza a protestar de envidia y decido que ya es hora de prestarle atención, compro algo en un puesto callejero y me siento cerca del mirador de la cascada, no puedo dejar de observar las cataratas, creo que ha sido un flechazo, creo que me he enamorado del río Niágara.


Actualizado el 5 julio,2019.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño