Este elegante jardín polaco ubicado en la localidad de Łowicz, desprende poesía visual, de ahí que su nombre, Arkadia, case perfectamente con ese mundo imaginario pleno en paz y armonía, que soñaron los artistas de los sueños del romanticismo.

Parque pleno en emociones sensoriales, este pequeño espacio protegido fue creado a finales del siglo XVIII por la princesa Helena Radziwill, quien dedicó parte de su vida a crear un esplendido retiro donde la frondosa vegetación convivía en concordia con las obras de arte; un mundo idílico en donde los intelectuales pudieran encontrarse relajados y charlar sobre la vida, a los pies de edificios que desprendían ese misticismo neogótico y masón tan de moda en la época.

Vergel que toma su inspiración en la jardinería inglesa, pero que desarrolla su propia personalidad a través de un conjunto de senderos llenos de secretos y en que hasta el elemento más intrascendental está cargado de un mensaje codificado de plena inspiración filosófica. Caminos que serpentean el bosque o que bien bordean su bucólico lago, donde una pequeña barca parece esperar a que Caronte guíe a las almas errantes que deambularon por Arkadia.

Almas que se cultivaron entre tallas y templos inspirados en la cultura clásica, cuyo esplendor pasado apenas se atisba, porque como bien recuerda su estatua funeraria más famosa y lograda: «Incluso en Arkadia, la muerte es la que manda» (Et in Arcadia ego).

Arkadia sufrió la muerte del abandono durante la época comunista, pero ha logrado renacer de sus cenizas y recuperar el espíritu romántico de su fundadora a través de un espacio protegido cuya entrada se combina con la del Palacio Nieborów; un paraje de infinita belleza que curiosamente es poco conocido por los turistas que visitan Polonia, hecho que permite a los visitantes caminar por el mismo en reflexivo silencio adentrándose en un dulce sueño onírico, del cual por ahora yo aun no quiero despertarme.

Actualizado el 9 julio,2018.