Hacia tiempo que una foto no me impactaba emocionalmente, pero hoy una niña y su profunda mirada me desborda, me llama la atención esos ojos azules y su pelo rubio desaliñado, pero sobre todo me hace huella la forma adulta con la que observa la cámara; esta niña hace tiempo que ha dejado atrás su inocencia y ya no juega con los de su edad, ahora es una refugiada que malvive en la pobreza y que huye de la amenaza del Estado Islámico, radicales que han planeado y están ejecutando un genocidio sobre su pueblo los «yazidíes«.

Los yazidíes es una de esas comunidades singulares que conviven en ese avispero de etnias llamado Oriente Medio; una raza de rasgos arios y división social en castas, cuyas raíces nacen milenios atrás y que históricamente no se ha mezclado con otros pueblos, hecho que les ha permitido conservar en muchos de sus integrantes esos extraños rasgos físicos (fez clara, ojos azules y pelo rubio) tan ajenos a los observados en esta parte del mundo. Étnicamente son kurdos y hablan una variante de esta lengua aunque en su comunicación diaria a veces adoptan la lengua nacional del país en el que viven, siendo el Norte de Iraq su área de influencia natural aunque también existen pequeñas comunidades en Armenia, Georgia, Irán, Rusia, Siria y Turquía. Con todo lo que les hace singulares es su religión el yazidismo, una fé preislámica, que es considerada por muchos, especialmente los radicales islámicos, como una herejía hasta el punto que les acusan de adorar al diablo.

La base de esta calumnia se centra en la peculiar forma que tienen los yazidíes de interpretar el cosmos que conecta con el esoterismo de las primigenias religiones persas. Así los yazidíes creen en la existencia de un Dios creador único, el cual envió a 7 ángeles a la tierra para que ejercieran su cuidado, siendo un ángel con forma de pavo real (animal que sirve de símbolo de toda la comunidad) de nombre Melek Taus uno de los elegidos. Cuando Adán fue creado, Melek Taus se negó a postrarse ante él por considerarlo una creación inferior ya que él había nacido de la iluminación de Dios y no de polvo como Adán; el creador consideró su decisión sabia y lo premió nombrándole su delegado en la tierra.
Los relatos islámicos antiguos mencionan la creación de una forma diferente, hablan de un ángel que al negarse a rendir pleitesía a Adán fue condenado al ostracismo pasando a convertirse en la versión mahometana de Satanás; la tergiversación del creacionismo yazidí hace que los fanáticos religiosos islámicos hayan considerado a este pueblo como adoradores del Diablo, abriendo así la veda a su persecución histórica.
Más allá de la idiosincrasia de su compleja religión, los yazidíes no consideran a Melek Taus como un ser maligno sino como el líder de los enviados de Dios a la tierra y consideran que alabarle es una manera de reconocer su majestad y naturaleza sublime; iluminación espiritual que desciende a la tierra de nuevo el primer miércoles de Nisan, día en el que celebran su peculiar inicio del año.

Esta festividad es uno de los momentos cumbres para esta comunidad cuyo epicentro religioso se encuentra en Lalish al Noroeste de Mosul, lugar de peregrinaje obligatorio para todo yazidí y cuyo santuario es protegido por una simbólica serpiente de color negro. La caída del régimen de Saddam Husseín y el inicio de la guerra en Siria, ha vaciado el templo de turistas y va camino de hacerlo de peregrinos, ya que el número total de fieles a nivel mundial, según ciertas fuentes, no supera los 800.000 individuos y la seguridad de todos ellos esta en entredicho.
El yazidí es un pueblo habituado a ser perseguido, de hecho la llamativa norma que les impide comer lechuga esta relacionada con sucesos represivos pasados, pero el avance implacable del Estado Islámico está poniendo en tela de juicio incluso su supervivencia étnica, ya que se enfrentan a un fanatismo genocida sin parangón en la historia que está dispuesto a borrar de la faz de la tierra su religión, cultura e incluso su propia existencia. De hecho, muchas de las comunidades yazidíes que viven en el Norte de Iraq han tenido que huir ya con lo puesto y los que no han conseguir alcanzar los campos de refugiados están siendo sometidos a continuas vejaciones, que incluyen violaciones, secuestros y asesinatos, en un drama en el que la comunidad internacional parece desentenderse.

Una trágica danza de dolor cuyo destino compartido es igualmente por cristianos caldeos, asirios y un largo etc de pueblos que viven esta tierra santa que nunca se pacifica y cuya existencia está ahora amenazada por nuestra ceguera. Un mundo occidental que debería obrar en consecuencia, ya que las sociedades modernas y democráticas no deben permitir que los genocidas campen a sus anchas y debemos luchar contra la barbarie que estos exhiben con orgullo, ¿por qué acaso hay oprimidos de primera o de segunda? ¿por qué lamentamos y condenamos la destrucción del patrimonio de Palmira y nadie se preocupa de que la herencia humana de este pueblo desaparezca? Personalmente creo que va siendo hora de que la guerra no nos sea indiferente, no vaya a ser que algún día seamos nosotros los protagonistas.
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Actualizado el 12 mayo,2020.