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Real Monasterio de Guadalupe, el gran secreto del patrimonio extremeño
provincia de Cáceres en ninguna de mis rutas por la península ibérica. Pero en mi primer viaje del 2023, decidí que era el momento de satisfacer mi curiosidad y acabe conociendo, y disfrutando, esta joya arquitectónica de Extremadura. Quizás lo que más sorprende del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, es lo poco conocido…
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Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica
Tengo que reconocer que de los múltiples viajes que he realizado a Bruselas, nunca había tenido la oportunidad de conocer los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, pero en mi última visita la lluvia nos obligo a que apostásemos por incluirlo en nuestros planes y la verdad que no me arrepiento.
Resulta curioso que nunca hubiera leído o escuchado comentarios previos de amigos o viajeros sobre este gran centro museístico y ahora, tras conocerlo, es algo me sorprende, dado la excelente calidad de las obras exhibidas y la belleza arquitectónica de los edificios donde se ubican; de hecho, lo que en principio me pareció solamente un buen refugio climático, se convirtió en una experiencia a recomendar en cualquier momento del año.
Los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica engloban 6 centros independientes, aunque 4 museos comparten espacio físico (Old Masters, Magritte, Museo Fin de Siglo y Arte Moderno) y 2 (Meunier y Wiertz) se ubican en diferentes partes de la ciudad.
Fundado en 1801 por Napoleón Bonaparte, cuando Bruselas era una ciudad francesa, el primigenio museo alcanzaría verdadera riqueza y contenido a partir de 1830 con la independencia de Bélgica, momento en el que el nuevo estado belga se hace cargo del mismo y le nutre del mejor del arte del país, a través de fondos propios o bien donaciones privadas.
Los «Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique» fueron evolucionando y creciendo con los años, cambiando de ubicaciones y creándose nuevas secciones que dan forma al museo actual.
El centro de arte más singular y reconocible del conjunto es el Museo de Arte Antigua (Old Masters) al que se accede por la Rue de la Régence. Destaca especialmente por el pintoresco hall de entrada y su luminoso techado, que genera un entorno ideal para la admiración de diferentes pinturas y esculturas de los siglos XV al XVIII.
Obras pictóricas, mayoritariamente de la escuela flamenca, realizadas por autores tan reputados como Anthony van Dyck, Brueghel el Viejo, Rogier van der Weyden, Rubens o Rembrandt.
Censo en Belén, obra de Pieter Brueghel el Viejo Una de las cosas que me sorprendió del Museo Old Masters, es que entre las salas de la colección permanente, surgen exposiciones temporales de otras temáticas más modernas, hecho que te descoloca un poco al principio, pero que te anima a explorar otras expresiones artísticas.
Tengo que decir que el edificio resulta un poco confuso para el visitante novel, ya que los diferentes museos se conectan por pasillos subterráneos lo que dificulta un poco el saber nuestra localización exacta; así no es de extrañar, que sin darnos cuenta, hayamos desembocado en el Museo Fin de Siglo (Fin de siècle), otra de las joyas del recinto principal.
Este centro de arte es más multidisciplinar en su contenido, ya que no se centra solo en la pintura y escultura, sino que incluye otras ramas como la fotografía, la literatura o las artes decorativas. El «Fin de siècle museum» incluye obras firmadas entre 1868 y 1914, período en el que Bruselas se convirtió en una de las capitales culturales de Europa.
Entre medias de estos dos museos, podemos encontrar puntualmente salas con exposiciones del Museo de Arte Moderno (Musée Modern); realmente este centro de arte, que abarca obras desde 1914 hasta la actualidad, está en proceso de reubicación a un nuevo edificio, así que mientras este traslado no se materializa, solo podemos catarlo a través de exposiciones temporales.
Return of the flame de Magritte El Museo Magritte se encuentra conectado, de forma subterránea, con los otros centros, pero se ubica ya en un edificio propio con visión directa a la Plaza Real.
Este coqueto museo recopila algunos de los mejores trabajos del artista belga René Magritte, uno de los representantes más reconocidos de la pintura surrealista. El museo te acompaña a dar un paseo por la vida y trascendencia artística de Magritte, mostrándote no solo obras de este artista, sino también fotografías u objetos personales del artista.
Para cerrar el paseo por lo mejor de las Bellas Artes de Bélgica, tenemos que dejar algo de tiempo para conocer los museos Meunier y Wiertz, que se encuentran fuera del núcleo museístico principal.
Museo Menier. Foto: wikipedia El Museo Meunier esta dedicado al artista belga Constantin Meunier y se ubica en la Rue de l’Abbaye, en la que fuera en el pasado su casa-estudio. Hablamos de un centro expositivo relativamente pequeño, pero que muestra algunas de las obras que realizó el maestro entre 1875 y 1905, cuando su talento se centró más en los aspectos sociales e industriales de Bélgica.
El realismo de Meunier, choca frontalmente con la atmosfera romántica transmitida por Antoine Wiertz, al cual se le ha dedicado un museo propio ubicado en la Rue Vautier.
El Museo Wiertz ocupa el espacio físico del que fuera el taller-estudio del artista y en el se exhiben pinturas, dibujos y estatuas que donó el autor al estado belga tras su muerte y que son claves para entender el Romanticismo en Bélgica.
Museo Wiertz. Foto: wikipedia Los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, es un museo Matrioska, seis centros de arte en uno, cada uno con sus características y singularidades, pero que explican como ninguno la riqueza y la evolución de las Bellas Artes en Bélgica. No lo dudéis el museo es un planazo siempre, para los días de lluvia y para los que no, un patrimonio cultural abierto a todos aquellos que quieran abrir esta caja de sorpresas y disfrutar del alma artístico de Bruselas.
Los textos y las fotos (a excepción de las fotos del Museo Meunier y Wiertz) son propiedad de Planeta Tour. Pinchar aquí para ver licencia de uso.
Actualizado el 27 diciembre,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño
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Troya, la legendaria ciudad de Asia Menor
Troya es, sin duda, una de las ciudades más mitificadas de la historia, hasta el punto que muchos expertos llegaron a negar su propia existencia, pero hoy en día este yacimiento arqueológico es una de las joyas turísticas de Turquía y un lugar especial para rememorar el legendario pasado de toda Asia Menor.
Troya no es una ciudad cualquiera, de hecho la Guerra de Troya es uno de los eventos más relatados de la antigüedad y su devenir son puntos centrales en las narraciones tanto de la Iliada y la Odisea, obras cúlmenes de Hómero y de toda la literatura griega clásica.
La histórica ciudad se situaba apenas unos kilómetros de la entrada del Estrecho de Dardanelos (no muy lejos de la actual ciudad turca de Çannakale), una posición estratégica que hizo que la misma fuese habitada desde el III milenio antes de Cristo.
Hititas, griegos, romanos y bizantinos habitarían esta urbe, que sufriría un gran terremoto en el año 500 d.C, que provocó que el derrumbe de los edificios más notables; aunque el núcleo permaneció habitado varios siglos más, pero acabaría en el olvido con la llegada de los otomanos.
Ya en el siglo XIX, el polémico arqueólogo Heinrich Schliemann encontraría el emplazamiento de Troya en la colina de Hisarlık e iniciaría un conjunto de excavaciones que supondría el regreso a la vida de Ilión (forma griega para denominar a la ciudad).
El actual yacimiento arqueológico de Troya (Truva Antik Kenti en turco) es el resultado de las diferentes excavaciones internacionales y turcas realizadas en la colina desde 1870, fecha en la que se empezó a explorar el terreno.
El parque arqueológico nos recibe con una replica del célebre Caballo de Troya, el simbólico caballo con el que los aqueos engañaron a los troyanos y consiguieron adentrarse en el interior de los muros de la ciudad, inclinando así la batalla iniciada por el secuestro/seducción de Helena.
Esta legendaria artimaña, que ha sido mil veces retratada cuadros y películas, ha tenido un impacto muy fuerte en la sociedad occidental llegando incluso ha dejar una fuerte impronta en nuestro lenguaje; así en español un «Caballo de Troya» se usa como «persona o cosa que se introduce subrepticiamente en algo para lograr un determinado objetivo» o bien como sinónimo de un tipo de virus informático.
Tras fotografiarnos con el monumental caballo de madera, continuaremos nuestra visita por las ruinas de la ciudad, en la cual se pueden observar hasta 11 fases de ocupación, correspondientes a los distintos asentamientos troyanos.
A diferencia de otros grandes parques arqueológicos turcos como el de Éfeso o Afrodisias, no encontraremos aquí restos de grandes templos o teatros, siendo el conjunto monumental conservado bastante modesto, donde principalmente podemos destacar sus muros y un pequeño odeón de la época romana.
Para ya encontrar piezas arqueológicas de mayor valor arqueológico tenemos que trasladarnos al cercano Museo de Troya, donde se exhiben algunas de los mejores objetos encontrados en el conjunto; lamentablemente no se encuentran entre ellas las pertenecientes al «Tesoro de Príamo», el conjunto de piezas de oro encontradas por Schliemann y atribuidas inicialmente al legendario Rey de Troya y que tras diferentes avatares son exhibidas en el Museo Pushkin de Moscú.
La esposa de Schliemann, Sofía, portando algunas de las joyas del conocido como Tesoro de Príamo. La visita es un paseo por la historia real y por la mitológica, un viaje donde sentirnos Aquiles o Ulises y que nos ayuda a comprender mejor los cimientos con los que se ha construido nuestra civilización y en los que la legendaria ciudad de Troya tiene mucho que decir.
Los textos y las fotos (a excepción de la del tesoro de Príamo) son propiedad de Planeta Tour. Pinchar aquí para ver licencia de uso.
Actualizado el 4 noviembre,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño
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San Sava, el gran templo ortodoxo de Serbia
La catedral de San Sava es el monumento que mejor refleja el poder de la iglesia ortodoxa de Serbia, una maravilla arquitectónica que es pura fantasía visual y que constituye un regalo abierto para todos aquellos que se acerquen a la ciudad de Belgrado.
Recuerdo que en mi visita a Bulgaria hace unos años, el guía que nos acompañaba comenzó a lanzar adjetivos de belleza hacía la catedral ortodoxa de Alejandro Nevski en Sofía; según sus palabras era la más bella, la más perfecta y un continuo de epítetos de grandiosidad que terminó curiosamente con un lamento, de que ya no era la iglesia ortodoxa más grande de los Balcanes y que ese honor ahora lo disfrutaban los serbios. Fue ese el momento cuando escuche por primera vez hablar del Templo de San Sava en Belgrado y en ese mismo instante ya se creó esa poderosa necesidad viajera de conocerlo, que por fin pude materializar este verano.
Quizás lo que más sorprende al primerizo, es que pese a que su estructura comenzó a levantarse en 1935, la catedral de San Sava aun no está terminada al 100%. Las diferentes guerras que sufrió Serbia durante todo el siglo XX, el comunismo y la falta de presupuesto hicieron que aun hoy en día partes del edificio aun estén en construcción, lo cual no quiere que la experiencia se vea reducida, porque, pese a los flecos pendientes, todos los atractivos del monumento ya lucen en plena armonía.
El elemento más espectacular de este templo, que toma inspiración directa de la Basílica de Santa Sofía en Estambul, es su inmensa cúpula, que con sus 70 m altura domina el diseño en planta griega del monumento.
El interior es de ensueño, con una imagen de un Cristo Pantocrátor que da la bienvenida al visitante y que te atrapa durante todo el recorrido; pero Cristo no está solo, se ve acompañado por ángeles, vírgenes y múltiples figuras religiosas que se expresan en forma de mosaicos o pinturas murales y recubren cada rincón de esta joya de la ortodoxia.
El templo está consagrado a Santa Sava, el que fuera fundador de la iglesia ortodoxa de Serbia y se ubica en el lugar donde los otomanos incineraron sus restos en 1595. Un lugar de cargado de simbolismo, que hoy acoge a esta iglesia que no solo es el templo más grande del país, sino también uno de los mayores dimensiones de esta corriente en el mundo, pudiendo albergar hasta 10.000 fieles en oración.
Terminó la visita con una sonrisa, la alegría de haber vivido una experiencia enriquecedora, porque da igual la religión, porque cuando uno visita una obra maestra como esta todos somos creyentes, un fiel de la religión de la belleza de nuestra mundo.
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Actualizado el 4 noviembre,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño
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Timanfaya, la herencia volcánica de Lanzarote
En ocasiones, Gaia se despierta de su letargo e impulsa al magma, que campea por la corteza y el manto, a ascender rumbo a la superficie creando uno de los espectáculos geológicos más impactantes de nuestro planeta: los volcanes.
Ver una caldera en plena actividad es un espectáculo hermoso a la vez que inquietante, porque ante el nacimiento de un volcán no puedes hacer nada, solo esperar que deje de rugir y soltar su ardiente sabia vital y eso cuando afecta a tu entorno de vida genera una sensación de angustia interminable.
Los habitantes de La Palma han experimentado esa sensación en 2021, pero no es una historia nueva en Canarias, ya que antes ha habido otras «crisis volcánicas», pero ninguna (al menos en tiempos históricos) coma la que sucedió en el siglo XVIII en la isla de Lanzaronte, cuando 6 años de intensas erupciones moldearon el paisaje de lo que hoy conocemos como el Parque Nacional del Timanfaya.
El 1 de septiembre de 1730, la isla empezó a rugir y de las entrañas de la tierra emergió una destructora lava, que avanzó lentamente hasta cubrir una parte significativa de la isla, haciendo desaparecer a muchos pueblos a su paso.
Las erupciones de 1730, que se reprodujeron en 1824, dieron origen a la maravilla natural de Timanfaya, pero también revolucionaron para siempre la vida de los lanzaroteños, ya que el desastre provocó hambrunas en la isla y el destierro de muchos de sus habitantes.
Con el paso del tiempo, el volcán paso de ser un amargo recuerdo a una bendición, porque se descubrió que la ceniza acumulada ayudaba a conservar la humedad y esto hizo posible el desarrollo de un nuevo tipo de agricultura, especialmente la del vino, que se convirtió en una de las principales actividades económicas de los «conejeros«.
Timanfaya se convirtió también en un paraíso para los geólogos, que empezaron a analizar en detalle los 25 volcanes con los que cuenta el paraje y cuyos estudios serían claves para que en 1974 fuese declarado como Parque Nacional.
A lo largo de mi vida he visitado múltiples volcanes, he accedido al interior de sus cráteres o mismo visto las consecuencias de su rabia indómita, pero reconozco que el escenario generado por el pincel de Timanfaya es de una dimensión colosal, un lienzo que sobrepasó emocionalmente todas mis expectativas .
El parque Nacional de Timanfaya sobrecoge tu visión y eso que la visita está en todo momento controlada y se debe hacer en un autobús del parque que serpentea por la carretera abierta entre los volcanes. Terrenos aparentemente baldíos, pero en los que la flora se abre paso en rebeldía, creando mosaicos de vida que se entremezclan con los colores ocres y oscuros del material volcánico.
De pronto un Guirre (el alimoche canario) rompe la monotonía del cielo y su vuelo se ve acompañado por unas pardelas que ponen rumbo a la parte costera del parque, donde un día mar y lava se enfrentaron en un duelo fratricida y que hoy alberga la mayor biodiversidad del parque.
De Timanfaya se dice que no es tierra muerta, sino tierra recién nacida y la verdad que una primera impresión puede que nos produzca una sensación de desolación, pero también con su visión nos acercamos a los pasos primigenios de la vida en el planeta, una imagen que por si sola merece la visita a este parque nacional canario.
Timanfaya es la principal atracción turística de la isla y uno de los parques nacionales más visitados de España; herencia volcánica de Lanzarote y memoria imborrable para quienes lo hemos conocido en vivo.
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Actualizado el 25 septiembre,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño
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Descubriendo la sinagoga más bella de Europa
Existen ocasiones en el que uno debe arriesgar y seguir sus instintos viajeros, porque el premio, en ocasiones, es conocer monumentos tan espectaculares como la Sinagoga de Subotica en Serbia, una joya del Art Nouveau y probablemente la sinagoga más bella de Europa.
La idea de visitar Subotica nació de un artículo que escribí hace años sobre las sinagogas más hermosas de Europa; así en la búsqueda de templos hebreos dignos de tal mención encontré las imágenes de esta sinagoga y me fascinó profundamente; un templo judío de estilo Art Nouveau (aunque no es el único) era algo tan poco frecuente que tenía que ir a conocerlo.
Tarde varios años en adecuar un viaje que me acercara a esta localidad del Norte de Serbia, a unos pocos kilómetros de la frontera con Hungría. Era tan fuerte el impulso que condicione toda mi ruta por Serbia para estar al menos un día en Subotica y pudiera conocer su enigmática sinagoga. Durante las horas previas incluso sentí algo de ansiedad y de hecho esperando en la estación de autobuses de Novi Sad me subí incluso a un bus equivocado, del cual el conductor «me invito a bajar» con cierta violencia verbal.
Ya en el bus correcto reflexionaba internamente sobre las corazonadas en los viajes, aquellas sensaciones que van determinando tu vida (incluso la sentimental) y que te dirigen hacia lugares insospechados, generando conexiones que desde el exterior nadie las entiende. Cuando comentaba a mis amigos, viajeros ocasionales o incluso serbios, todo el mundo me preguntaba que demonios iba a hacer en Subotica y que nunca habían oído escuchar de tal sinagoga o mismo que no valía la pena ir hasta allí; pero el virus viajero es así y en ocasiones es necesario seguir los impulsos y abrir nuevos caminos, existen miles de lugares desconocidos de infinita belleza, muchos de los cuales no aparecen en revistas o artículos de viajes sencillamente porque repetimos patrones, así viajamos a lugares de los que tenemos referencias y se nos olvida improvisar y cuando lo hacemos….!tachán!… por arte de magia aparecen escenarios de ensueño.
Asumí cierto riesgo la verdad, porque desconocía si la Sinagoga estaría abierta al público o incluso si no estaría en obras, porque había leído en algún lugar que estaba siendo sometido a un proceso de restauración.
Llegue a Subotica y me caminé en plena solana de agosto hacía la sinagoga. Quería ir hasta allí cuanto antes, porque no es la primera vez que me quede sin ver un monumento por haber retrasado la visita y en este caso conocer la sinagoga era el principal objetivo del viaje.
Gire la esquina y finalmente la Sinagoga de Subotica se encontraba delante mía y en ese momento mis emociones se desbordaron. !Que edificio tan bonito!. La sinagoga lucía esplendida recién restaurada (al parecer los trabajos de restauración habían terminado en 2018), el pequeño jardín que la rodeaba magnificaba su arquitectura y favorecía que los turistas la retratásemos con placer y sin forzar los encuadres.
Me dirigí hacía la entrada y la misma estaba abierta al público, la entrada era barata (que diferencia con otras sinagogas de Europa), no había nadie y un hilo musical endulzaba el ambiente con música clásica; parecía que la sinagoga me estuviera esperando y quisiera regalarme lo mejor de si misma.
Traspase la entrada y las buenas sensaciones que me transmitía la misma desde el exterior se magnificaron y volaron a través de un cuadro de estilo modernista, que a base de bellas pinceladas iba definiendo la decoración del templo.
El monumento fue soñado por las mentes de los arquitectos Dezső Jakab y Marcell Komor, que en 1902 construyeron esta sinagoga, en coincidencia con el mayor período de esplendor de la ciudad, cuando la misma quedó integrada en el Imperio Austro-Húngaro. Se dice, que los arquitectos, recién acababan de perder la licitación de la nueva Gran Sinagoga de Szeged, oportunidad que aprovecharon los judíos de Subotica para contratarles y darles libertad para crear este regalo divino.
La Sinagoga de Subotica fue una de las mayores de Europa en su momento y permitía dar servicio religioso a la comunidad judía local que en aquel momento alcanzaba los 3000 fieles. Actualmente, la comunidad hebrea de Subotica no llega al centenar de personas, ya que fue diezmada por el holocausto durante la II Guerra Mundial y nunca lograría recuperar su antigua vitalidad.
La música ambiente me va envolviendo a cada paso que doy en el templo y eso que la misma no sale del magnifico órgano que preside el edificio; con todo es su cúpula y su magnificas vidrieras quienes sufren mi incesante reportaje fotográfico.
Llegado un momento dejo la cámara de lado y me decido a contemplar desde la planta de arriba la panorámica que se me ofrece a los ojos, sin duda es la sinagoga más bella que he visitado hasta ahora (y he visitado unas cuantas), pero la principal satisfacción es saber que mi olfato viajero sigue funcionando.
Obviamente mis gustos no tienen porque coincidir con el de los demás, pero si creo que, al menos de vez en cuando, que deberíamos liberarnos de las correas y dejar llevarnos por las sensaciones que nos piden salirnos de la ruta marcada, porque hay mucho mundo por explorar.
Subotica es una ciudad pequeña, pero que concentra una gran diversidad de monumentos de categoría en su núcleo urbano y destila modernismo en cada esquina; apenas nadie te recomendará ni Subotica ni su sinagoga, al igual que otros miles lugares del mundo que solo se popularizaran hasta que algún influencer famoso lo haga.
Quizás no vengas nunca a Subotica, quizás no vivas el conocer su sinagoga como lo hago yo, pero dudo de que te decepcione, porque la belleza de este templo es indiscutible y solo podrás definir su magnitud organizando un viaje a este rinconcito de Serbia.
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Actualizado el 26 agosto,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño

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