La Antártida nos regala horas de belleza tras agotadoras jornadas de trabajo; el sol que nunca muere del verano austral ilumina una de esas postales de hielos ante la cual cualquier adjetivo se queda corto. Ponemos rumbo a isla Livingston a visitar a nuestros compañeros de Juan Carlos I. Son dos horas y media de tránsito, de paz y calma, ideales para ver alguna película, pero ante mi asombro veo que con cierto masoquismo la dotación ha escogido “Atrapados en el hielo”, un documental basado en el libro del mismo nombre que narra las vivencias de Ernest Shackleton y la tripulación del Endurance.

La atención resulta máxima en la sala y nadie despega de los ojos de la pantalla, porque la expedición del Endurance es una de esas historias de superación humana ante la adversidad que inspiran y te hacen reflexionar.
A principios del siglo XX viajar a la Antártida constituía una epopeya, una tierra incógnita e inhóspita que exigía sacrificios pero que solía conceder la fama a quien lo intentaba; Shackleton anhelaba las mieles del honor y el reconocimiento y por ello contrató a un grupo de expedicionarios con el fin de ser los primeros en atravesar a pie el continente antártico (uno de los pocos retos polares que quedaban por conseguir), sin embargo su expedición se convertiría en leyenda por motivos bien distintos.
En enero de 1915, el buque Endurance quedó atrapado en los hielos del mar de Weddel. Sin más alternativa que esperar el deshielo, permanecieron acampados sobre un hielo flotante durante diez meses alimentándose a base de pingüinos y focas, hasta que en noviembre las maderas se desquebrajaron y el buque acabo por hundirse.
Tras unos meses de incertidumbre decidieron embarcarse en una larga marcha que tenía como objetivo alcanzar nuestra querida isla Decepción (de aquella la base Gabriel de Castilla aún no existía, pero aun operaba la estación ballenera), pero sus planes se vieron frustrados por las corrientes y ante la perspectiva de no alcanzar nunca la “isla del engaño”, decidieron que su única elección era poner rumbo a la isla Elefante.

Tras una penosa navegación hicieron pie en la isla, donde montarían un “acogedor” campamento con la estructura de los botes. Pronto se encontraron con un complejo dilema, ya no se encontraban en un peligroso hielo flotante, pero la isla se encontraba lejos de cualquier ruta y ni siquiera los cazadores de focas frecuentaban sus playas por lo que estaba claro que morirían antes de que un barco se acercase a sus costas. Así que tomaron una peligrosa decisión, uno de los botes sería reformado y un elenco de elegidos (entre los que se incluiría el propio Shackleton) intentaría abordar algún asentamiento habitado y desde allí promoverían el rescate del resto de la tripulación.

Las corrientes nunca permitirían que un pequeño bote alcanzase las costas de alguno de los asentamientos en las Shetland, así que su única alternativa era alguna de las estaciones balleneras de las Georgias del Sur a más de 1000 km de navegación.
El archipiélago bajo administración británica, no era más que una aguja en el pajar inmenso del océano y por ello cualquier error en las mediciones o bien una tormenta les conduciría irremediablemente a la muerte. Era una locura, una autentica ruleta rusa en que en un disparo se jugaban el futuro de todos los náufragos, era una decisión complicada, pero sin miedo se lanzaron a cumplir la que sería una de las mayores hazañas de la historia náutica. Azotados por la mar y el viento ganaron la costa georgiana tras 16 jornadas de pura resistencia física y mental; las escenas de júbilo al llegar a la playa debieron ser indescriptibles.

Sin pausa se enfrentaron a una última y dura prueba, tenían que atravesar montañas y glaciares para alcanzar algún núcleo habitado, ya que todas las estaciones estaban en la vertiente Norte de la isla.
Hombres curtidos y recios, este último reto quizás fue el más duro pero la suerte les volvió a acompañar y tras horas de intensa lucha contra la adversidad, divisaron una estación ballenera donde rápidamente les concedieron abrigo y comida. Salvados ellos, ahora tenían que gestionar el rescate del resto de la tripulación. Tras varios intentos fallidos, consiguieron que el gobierno chileno les cediese el “Yelcho” (cuyos restos aun son visibles en Puerto Williams), un modesto buque con él que consiguieron abordar la isla Elefante, para descubrir con intensa emoción que milagrosamente todos permanecían con vida.

Su gesta permaneció durante años en el ostracismo, de hecho la sociedad británica recibió con ambigüedad a los chicos del Endurance, la primera guerra mundial marcaba los titulares de la época y no necesitaban héroes ya que los tenían a miles en los campos de batalla de Francia. Ellos mismos se sintieron unos traidores, su enrevesada aventura les había librado del alistamiento y su lucha por la supervivencia ya no les parecía tan excepcional. La gloria acudiría a sus puertas años más tarde, cuando el diario de Shackleton se convirtió en un bestseller y miles de lectores descubrieron y sintieron como suya la hazaña del Endurance.
La película termina y en el barco recibimos el final con espontáneos aplausos. Es nuestro sentido homenaje a su proeza que sentimos como propia, porque los que vivimos la dureza y peligrosidad del trabajo en la Antártida solo podemos mirar a nuestros predecesores con admiración y respeto.
Actualizado el 12 mayo,2016.
Cuando pase por Puerto Wilians, pude ver estos restos y lo que significaban y te dejan ANONADADO.
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Pues si es una historia inspiradora, una proeza que quedara grabada para siempre en la historia. En mi caso cuando fui a Puerto Williams aun no conocía la historia del Yelcho y el monumento incluso me paso desapercibido, cosas que tiene la vida 🙂
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Me impacto mas que vi una pareja mayor que se estaba fotografiando junto a la proa del Yelcho, que eran descendientes de uno de aquellos hombres que vivio la AVENTURA.
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En serio….como para sentirse orgulloso … ¿hablaste con ellos?
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No simplemente me quede IMPRESIONADO ante lo que estaba viviendo.
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Aunque no he estado en Puerto Williams sí he leído con verdadero entusiasmo el libro «Atrapados en el hielo» en el que se relata este apasionante episodio de supervivencia de toda la tripulación del Endurance. Es un brillante artículo que me hace recordar las duras condiciones climáticas y las complicadas adversidades que tuvieron que sufrir esos «hombres curtidos y recios» tal y como describes. Un saludo.
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Muchas gracias por tu comentario. La verdad que solo con pensar los 16 dias de navegación agotadores que debieron sufrir en ese bote y mas aun siendo conocedor de la dureza de esas aguas suelo puedo rendirme en admiracion ante ellos. Unos auténticos heroes
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