¡Que viva mi acento!

Me gustan los acentos y no me refiero cuando hago esdrújula una palabra, sino que amo esa sonoridad que acompaña al «idioma» propio de cada región. En un mundo cada vez más globalizado y uniforme, estas particularidades fonéticas persisten con fuerza y explican mejor que nadie nuestros orígenes y nuestra historia, porque los acentos son la música y alma de la diversidad de nuestros pueblos.

Estos tonos únicos, dan personalidad a quien los entona y son tan bellos que hasta cierto punto pueden convertirse en eróticos, ¿o acaso no resulta atractivo para muchas mujeres españolas el acento de los argentinos?.

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Los acentos han sido en mi vida de viajero fuente de mil y unas conversaciones, ya que pocas cosas hay en el mundo que generen tanta curiosidad como adivinar de donde es el otro por el rastro rítmico que dejan sus palabras.

Hablando de ellos uno puede romper el hielo con cualquier persona en cualquier lugar del mundo, comentar del tiempo puede ser útil pero… ¿Hay alguien que se acuerde con verdadera emoción de otra persona con quien compartiste una discusión sobre si lloverá o no? …. pues seguramente no, pero en cambio al menos yo sí puedo contar miles de experiencias y conversaciones agradables que partieron de un homenaje mutuo a nuestros diferentes acentos; de hecho, jamás me he sentido más sonrojado en mi vida que cuando una chica de Punta Arenas en Chile se acercó a mi vera y al oído me dijo «llevo horas escuchándote y quiero que sepas que me muero por tu acento».

Por todo esto, nunca he entendido a esas personas que reniegan de tener un acento o que hacen todo lo posible por no mostrarlo, ya que nada malo hay en ello, porque ni existen acentos de primera o de segunda, ni unos son más hermosos que otros; pueden existir particulares preferencias pero no son más que apetencias locales o personales que cambian en función de los lugares, así el tipo de acento que triunfa en una región fracasa en la de al lado por motivos que a veces son imposibles de comprender.

Pese a que algunos lo nieguen, todas las regiones tienen un acento propio y no hay un castellano más puro que otro; el verdadero valor de nuestro idioma es el estar formado por miles de «dejes» distintos, pequeños granitos de arenas que constituyen los cimientos de este rico patrimonio común que atesoramos los hispanohablantes.

Yo para ser honesto no tengo un acento gallego muy marcado (aunque evidentemente lo tengo), de hecho cuando hablo con gente de fuera incluso algunos dudan de mis orígenes; pero curiosamente si absorbo de forma temporal todos los acentos de los distintos lugares donde voy viviendo, lo cual siento como algo muy positivo haciéndome más rico y completo por momentos. Pese a todo, me siento muy orgulloso de mi cantarín acento galaico, ¿por qué acaso existe algo más bello que sentir en tus palabras la genética de tu tierra?.


Actualizado el 25 abril,2019.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño

6 comentarios en “¡Que viva mi acento!

  1. Con tu escrito recordé el inicio de una conversación hace ya varios años en un hostel de Roma entre un chico español y yo (argentina), justamente por nuestros acentos… Saludos!!

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  2. Pasé un par de cursos escolares en Cádiz y cuando volvía a mi tierra valenciana me decían si me había convertido en un gaditano más pues a mi los acentos se me pegan con mucha facilidad.
    Lo mismo me ha ocurrido cuando he viajado a otros lugares de España e, incluso, de fuera.
    Me gusta tu artículo.

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  3. ¡Qué gran post!
    A mí, más que los acentos dentro del español, me llama mucho la atención el acento cuando se hablan lenguas extranjeras.
    Este verano estuve trabajando en un campamento en USA. Yo pensaba que no tenía mucho acento español cuando hablaba en inglés hasta que un día me dio por preguntárselo a alguien y me dijo que tenía mucho. Todos estaban de acuerdo. Al principio no me gustaba pero luego ya me acostumbré. Además decían que mi acento español sonaba femenino, dulce, suave y sexy! Así que, arriba los acentos!!!

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